Los microbios han protagonizado casi todos los capítulos de la historia de la Tierra y, sin embargo, el ser humano apenas conoce una ínfima parte de este mundo microscópico.
De los 1.000 millones de especies bacterianas que, se cree, pueden existir en el océano, la ciencia sólo ha descrito 6.000. “La magnitud de nuestro desconocimiento es increíble”, admite el investigador Carles Pedrós-Alió, del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) de Barcelona, que va a presentar su modesta contribución en este campo –una decena de nuevos taxones de bacterias– en el primer Congreso Mundial de Biodiversidad Marina , inaugurado ayer en Valencia.
Sin embargo, la situación está dando un vuelco. La ciencia ha comenzado, tímidamente, la secuenciación del ADN del océano. Los biólogos marinos saben que en los genes de algunas de estas bacterias hoy desconocidas se esconden elementos que pueden ser útiles para la fabricación de medicamentos o de biocombustibles. Y el abaratamiento de las técnicas utilizadas en el proyecto Genoma Humano hace posible leer el genoma de una bacteria en una semana por apenas 10.000 euros.
El equipo de Pedrós-Alió ha hallado nueve especies inéditas de bacterias en muestras tomadas en el Observatorio Microbiano de la Bahía de Blanes (Girona), gracias a la técnica de pirosecuenciación, que permite obtener 400.000 secuencias de ácidos nucleicos en un solo día. “Para identificar las bacterias nos fijamos en su ARN ribosómico, que es como mirarle las plumas a un ave”, explica el microbiólogo.
El congreso de Valencia, organizado por el CSIC y la red de excelencia europea de institutos de investigación marina MarBEF , también servirá para dar a conocer los últimos avances del Censo de Vida Marina , un proyecto que implica a más de 2.000 científicos con el objetivo de completar un registro mundial de seres vivos oceánicos antes de 2010.
Desde el año 2000, este equipo ha identificado 200 nuevas especies, incluido el Megaleledone setebos, un ancestro de muchos tipos de pulpos de aguas profundas actuales, que vivió hace más de 30 millones de años y todavía sobrevive en el Océano Glacial Antártico.
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