Si sumamos toda la materia ordinaria que podemos ver, desde aquí hasta los confines mismos del universo, a más de 13.000 millones de años luz de distancia, no tendremos más que un exiguo 4 por ciento del total. El resto (el 96 por ciento) está formado por otro tipo de materia de la que apenas sabemos nada (y que suma otro 22 por ciento) y por una misteriosa forma de energía aún más misteriosa y desconocida (y que da cuenta del 74 por ciento restante).
Los científicos las conocen como materia y energía «oscuras», y su comprensión es uno de los mayores desafíos científicos de las próximas décadas.
La última generación de telescopios y de satélites de observación intenta desde hace años localizar en qué lugares se esconde la materia oscura. Una tarea complicada y que hasta ahora no ha dado muy buenos resultados.
De hecho, hoy, la forma más fiable de detectarla es midiendo las perturbaciones gravitatorias que su presencia provoca en la materia ordinaria. Es decir, lejos de ser capaces de detectarla directamente, la presencia de materia oscura se infiere a partir de los efectos que provoca en el tipo de materia que mejor conocemos.
El final de la búsqueda
Pero la búsqueda podría estar a punto de entrar en una nueva fase. Un equipo internacional de investigadores, integrados en el llamado «Consorcio del Virgo», del que forman parte diversas instituciones como la Universidad británica de Durham o el Instituto Max Planck de Astrofísica, ha utilizado una «simulación masiva» realizada con supercomputadoras para recrear el proceso de evolución de una galaxia del tipo de nuestra Vía Láctea y «ver» en qué puntos hay que buscar a la esquiva materia oscura.
En un artículo que se publica hoy en la revista Nature, los investigadores aseguran que podrán ayudar a los telescopios, en concreto al Fermi, operado por la NASA, en su búsqueda de materia oscura. Según ellos, esa posibilidad inaugura una nueva era en nuestra comprensión del universo.
Proyecto Aquarius»
Las simulaciones, recogidas bajo el nombre de «Proyecto Aquarius», muestran cómo los halos galácticos (acumulaciones de material alrededor de las galaxias, con billones de veces la masa del Sol) crecen como consecuencia de violentas colisiones de aglomeraciones más pequeñas de materia oscura, originadas en el Big Bang.
Los investigadores se han dado cuenta de que los rayos gamma que se producen cuando las partículas colisionan en zonas con una elevada densidad de materia oscura pueden ser fácilmente detectadas en regiones cercanas a estrellas y en la dirección de los centros galácticos.
Por ello, sugieren que el telescopio Fermi debería buscar precisamente en esa zona de nuestra propia galaxia, donde los rayos gamma brillarían según un patrón determinado. Si el Fermi es capaz de detectar esas emisiones, entonces podría determinar también la existencia de pequeñas aglomeraciones de materia oscura cerca de nuestro propio Sol, algo que en la actualidad resulta imposible de conseguir.
En palabras de Carlos Frenk, uno de los autores del estudio, «la búsqueda de materia oscura ha dominado la cosmología durante décadas. Pero pronto podría llegar a su fin».
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