En el siglo XVII, el Reino de Suecia se propuso la construcción del buque de guerra más caro y engalanado de su tiempo. Su construcción duró tres años y en ella trabajaron no sólo carpinteros y armadores, sino también escultores y pintores que dieron forma y color a los complejos motivos de la carpintería y las decoraciones que adornan la nave. Lamentablemente, el barco se hundió en su viaje inaugural. La desgracia del rey, no obstante, ha resultado a nuestro favor, puesto que la nave ha constituido un recurso importantísimo para los historiadores, al proporcionar valiosa información histórica. Hoy, el navío real Vasa se enfrenta a una batalla por su propia supervivencia debido a la amenaza que representa su propio arsenal de hierro.
Desde principios del año 2000, unos científicos se han percatado de ciertos cambios producidos en la madera de la nave que ponen en peligro su estabilidad y su misma supervivencia. Un equipo de expertos ha podido corroborar que lo que amenaza al Vasa es el hierro.
El 10 de agosto de 1628, el Vasa, construido por orden del rey Gustavo Adolfo de Suecia, levó anclas en su viaje inaugural. En aquel entonces, el Vasa era un hito de la ingeniería militar. No era el barco más grande jamás construido, pero sí el más potente, puesto que su costado poseía la mayor capacidad de fuego del mundo. No obstante, sus cañones nunca se llegaron a disparar, ya que se hundió antes de recorrer una milla náutica en su primera singladura, al encarar una ráfaga de viento en mar abierto. Los intentos de reflotar la nave fracasaron, tras lo cual se olvidó la localización exacta del pecio.
Hubo que esperar hasta 1950 para que se localizara de nuevo la nave y hasta 1961 para que se sacara a la superficie. En aquellos años, las tareas de conservación de la nave resultaron muy complicadas. Los expertos opinan que el casco de madera del Vasa debió resultar gravemente dañado por su exposición a los procesos biológicos y químicos submarinos desde su hundimiento en 1628 hasta su reflote en 1961. También se observan varios daños durante su periodo de conservación entre 1962 y 1989 y, recientemente, en su emplazamiento museístico.
Los científicos advirtieron por primera vez el problema durante el verano especialmente húmedo del año 2000, al descubrir precipitados blancos y amarillos en la nave. Tras analizar estos depósitos, se descubrió que eran compuestos de hierro y ácidos de azufre, y se concluyó que el azufre de la madera se había transformado en ácido sulfúrico, lo que animó a ampliar la investigación para descubrir la causa del deterioro.
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