Cuando las condiciones se vuelven adversas, muchas bacterias construyen en su interior una especie de “ búnker ” donde guardan el material más importante. El metabolismo se “ apaga ” , así que deben parar de multiplicarse pero, a cambio, pueden hacer frente a todo tipo de inclemencias.
Estas estructuras, que se conocen como esporas -para ser precisos, endosporas, ya que se forman en el interior de la bacteria- aguantan la radiación, la falta de agua, las temperaturas extremas e incluso los agentes antimicrobianos.
Sólo salen de ese estado de latencia -o dormancia, como lo llaman los especialistas- si las condiciones mejoran; entonces se reactivan y germinan. Una vez fuera del refugio, las bacterias vuelven a ser vulnerables.
Los investigadores han descubierto que si junto a las esporas hay bacterias multiplicándose, los fragmentos de muropéptido, uno de los componentes de la pared bacteriana que se desprenden, sirven de señal para las esporas.
Las esporas reciben el mensaje gracias a un receptor en su superficie, que lo transmitirá al interior de la espora para que se ponga en marcha el programa de germinación.
El equipo del doctor Jonathan Dworking de la Universidad de Columbia en Nueva York (EEUU) ha conseguido además controlar la germinación de las esporas con diferentes compuestos químicos, con los que es posible activar o bloquear ese receptor.
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