Salvaguardar ese conocimiento ha sido posible gracias a que el mecanismo se conservó durante dos mil años en el fondo del mar, después de que un barco comercial romano naufragara hacia el año 84 a.C. frente a las costas de la isla griega de Antikithira, entre la península del Peloponeso y Creta.
Así lo afirman los astrónomos, físicos, paleógrafos e historiadores helénicos y extranjeros que integran el equipo de estudio encargado de descifrar durante décadas el enigma del instrumento, descubierto en Grecia por pescadores submarinos de esponjas en 1901.
"Sin el mecanismo, hubiéramos tenido una imagen completamente distinta del empleo y del conocimiento científico de los contemporáneos" de ese aparato en el siglo II a.C., según el científico Dimis Nikolaidis.
El jefe de Ingeniería Mecánica del Museo de Ciencias de Londres, Michael Wright, asegura que "se trata de uno de los muchos ejemplares que existían en su tiempo" y explica que el conocimiento científico se extendió más tarde al mundo bizantino, Egipto y los países cristianos del Medievo.
"Es un objeto que no te deja tranquilo y nos permite ver nuevas cosas, conocimientos que nosotros mismos llevamos dentro", defendió estos días el astrónomo griego Xenofondas Musas en una conferencia organizada por el Centro Jónico en el barrio de Plaka, en Atenas.
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