Parte del polvo del Sáhara que ensucia los coches durante las tormentas de verano tiene gran importancia para la composición de los suelos mediterráneos. Se trata de los iberulitos, unos agregados minerales que viajan desde el corazón del desierto cargados de placton, sales y hasta vegetales y virus, que han sido descubiertos por dos científicos de Granada.
Jesús Párraga, de la Universidad de Granada, y José Luis Díaz Hernández, del Instituto Andaluz de Investigación IFAPA, llevan seis años realizando muestreos semanales del polvo atmosférico, que se analiza en el Centro de Instrumentación Científica de la Universidad.
El objetivo de Díaz Hernández, que fue quien inició el trabajo, era estudiar los suelos desde la perspectiva del cambio climático global: conocer sus stocks y su dinámica como fuentes o sumidero de carbono.
Fue así como descubrió la existencia de unos agregados minerales esféricos, de no más de un milímetro, que llegan a la atmósfera peninsular tras realizar un largo viaje desde África central y que no se conocían hasta ahora. Según sus estimaciones, estste polvo sahariano puede contener en el muestreo hasta un 30% de iberulitos.
Una de las rutas que han identificado los investigadores de Granada parte desde la depresión Bodelé, en Chad, donde hay diatomeas (esqueletos de algas microscópicas) que levanta el aire. "Como son muy porosas vuelan a gran distancia arrastradas por el viento", explica Díaz Hernández. Estas partículas, lentamente, y según comprobaron los científicos, van aumentando de tamaño al chocar unas con otras.
En su recorrido, los aerosoles captan vapor de agua y aumentan de tamaño siguiendo las leyes de la aerodinámica al chocar unos con otros. Así se forman pequeñas gotitas de agua de no más de medio milímetro. A su paso por Canarias se ha comprobado que también incorporan dióxido de azufre (SO2), producido por las emaciones volcánicas del archipiélago. También recogen plancton entre las Canarias y la Península ibérica . Incluso han identificado sales marinas, polen y virus, incorporados a lo largo de un viaje que puede durar varios días.
"Hemos observado que estos iberulitos contienen minerales especialmente reactivos con gases de la atmósfera, provocando, por ejemplo, la formación de yeso y neutralizando, así, posibles lluvias ácidas. También tienen un efecto radiativo negativo, disminuyendo el efecto invernadero gracias a los sulfatos,", explica Díaz Hernández.
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