El misterio ha acompañado al complejo neolítico más famoso de Europa durante toda su historia. Templo del sol, calendario astronómico o lugar de culto son algunas de las funciones que se le han asignado a Stonehenge, erigido sobre la llanura de Salisbury, en el condado de Wiltshire (Inglaterra). Una reciente excavación respalda ahora otra curiosa tesis: que el templo fue en sus orígenes el sanatorio europeo del Neolítico.
Con esa idea arrancó hace seis años la investigación de los científicos Timothy Darvill y Geoff Wainwright. Querían demostrar que, en el máximo apogeo de Stonehenge, entre el 2.500 y 1.500 a.C., los peregrinos visitaban el complejo con la esperanza de curarse. “Sabíamos que si algo nos daría pistas, serían las piedras azules”, explicó Wain-wright ayer en Londres, en la presentación de las conclusiones de su investigación. A sus 70 años, el arqueólogo dirigió, junto a Darvill, la primera excavación en el conjunto desde 1964, realizada en abril y centrada en estas piedras azules, las que formaron el primer doble círculo del complejo.
La investigación ha logrado datar la fecha exacta de la llegada de estas piedras a Stonehenge. Fue en 2.300 a.C., 300 años después de lo que se pensaba hasta ahora y en la misma época en que murió el arquero de Amesbury, un viajero enfermo llegado de los Alpes, cuyos restos fueron descubiertos a 8 kilómetros del templo. Junto a él se encontraron numerosos cuerpos afectados de enfermedades graves, la mitad de ellos pertenecientes a personas que no nacieron en la zona.“Stonehenge no sólo atrajo a los que no se encontraban bien, sino también a los capaces de curarlos. El templo se convirtió en la sala de emergencias del sureste de Inglaterra”, bromea Darvill. Sostiene que las piedras eran apreciadas por sus capacidades curativas, lo que explica por qué fueron transportadas desde las colinas galesas de Preseli, a 250 kilómetros de Wiltshire.
Sus poderes también despertaron el interés de los europeos en tiempos romanos, medievales y hasta bien entrado el siglo XVII. Darvill cuenta cómo el 60% de las 80 piedras azules originales fueron partidas, en comparación con sólo el 5%-10% de sus compañeras, las gigantescas piedras sarsen, que conforman el círculo exterior de Stonehenge. Darvill y Wainwright no niegan, en todo caso, que el monumento podría haber sido “multifuncional”, pero insisten en que la función sanadora fue la principal tras la llegada de las piedras azules.
Noticia publicada en Público (España)