Los textos de las antiguas Grecia y Roma nos informaron del uso de tejidos funerarios para envolver los cuerpos de los difuntos en la Grecia clásica, y que se utilizaba agua, vino y aceite de oliva para lavar y tratar los cuerpos.
Lo que nunca ha quedado claro es si se practicaban técnicas de embalsamado. Ahora investigadores suizos y griegos afirman que sí. El descubrimiento de una momia que data del 300 a.C. indica que la práctica del embalsamado se practicó en Grecia bajo dominio romano. El descubrimiento de este equipo se publicó recientemente en la revista Journal of Archaeological Science.
Los investigadores, dirigidos por Frank Rühli del Instituto Anatómico de la Universidad de Zúrich, afirmaron que la momia, de una mujer de mediana edad, se encontró en un ataúd de plomo contenido en un sarcófago de mármol. Este sarcófago se descubrió en 1962 en el curso de una excavación arqueológica en la ciudad de Salónica, al norte de Grecia. Los expertos afirman que proviene de los periodos helenístico y bizantino.
En este estudio, el equipo demostró que se utilizaron aceites, especias y resinas para embalsamar el cuerpo, cuyos restos se encuentran en el Museo Arqueológico de Salónica. Este método no sólo ayudó a conservar el esqueleto, sino que también conservó algunos tejidos como pelo y glóbulos sanguíneos y un músculo de la mano, así como una tela de seda bordada en oro que cubría el cuerpo.
El equipo multidisciplinario de investigación utilizó métodos histológicos y físico-químicos, como análisis macroscópicos y antropológicos, entre los que se incluyen cromatografía de gases-espectrometría de masas y pruebas de microscopía electrónica, para determinar el tipo de sustancias utilizadas durante el proceso de embalsamado. Encontraron mirra, grasas y resinas. Lo que los investigadores no pudieron determinar fue la importancia del ataúd de plomo en el proceso de conservación de los restos.
El equipo afirmó que el estudio, llevado a cabo en colaboración con investigadores de la Unversidad Demócrito de Tracia (Grecia), ayuda a ampliar nuestro conocimiento sobre la forma en la que la población grecorromana usaba sustancias antioxidantes, antibacterianas y conservantes de tejidos en sus prácticas mortuorias.
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