Hay algo indiscutible: en el estómago del tiburón había una mandíbula de oso polar. El debate comienza al tratar el estado del plantígrado cuando se topó con el escualo. ¿Estaba vivo o muerto? Si era un cadáver cuando fue devorado, como sostienen los especialistas en tiburones, sería un caso extrañísimo, la primera vez que ocurre algo así, pero no tendría especial relevancia; acabaría archivado en el apartado de curiosidades. Ahora bien, si el animal estaba vivo, como señalan los científicos que vieron el vientre del escualo, bueno, en ese caso, pobres osos polares.
El hallazgo sería el remate de un auténtico annus horribilis, el 2008, en el que estos animales han sido primero víctimas del deshielo de los casquetes, después blanco de las escopetas de Islandia --donde dos osos polares, los primeros que llegaban a la isla en 20 años, fueron acribillados a balazos por la policía-- y, por último, si se confirma que el plantígrado engullido por el tiburón sintió los dientes de la bestia marina porque estaba vivo, relegados por vez primera al segundo lugar en el podio de los depredadores árticos.
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