Los hombres de ciencia emplearon nanotecnología (disciplina que estudia y manipula la materia a escala de la mil millonésima parte de un metro), para crear el nuevo papel, según los resultados de este avance tecnológico fueron publicados en la edición digital de mayo de la revista científica Biomacromolecules.
El invento, desarrollado por investigadores del Instituto Tecnológico de Estocolmo y de la Universidad Kobe del Japón, se basa en un truco que consiste en fabricar nanofibras de celulosa que son miles de veces más finas que un cabello, señaló el doctor Roberto Salvarezza, director de los Laboratorios de Nanoscopías y de Fisicoquímica de Superficies del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas de la Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
Para este especialista, una de las características más interesantes de los nanomateriales es que presentan propiedades inusuales en relación con los materiales convencionales.
La celulosa es un componente de las paredes celulares de las plantas. Desde el punto de vista químico, es un polímero de la glucosa, un polisacárido rígido e insoluble en agua.
En las paredes de las células de las plantas, las moléculas de celulosa se unen entre ellas para formar delgadas fibras de unos 20 nanómetros que son extremadamente fuertes.
Sin embargo, en el proceso seguido hasta ahora para preparar el papel, esas nanofibras son dañadas y el material se organiza en microfibras, mucho más gruesas, que presentan un gran número de defectos, explicó Salvarezza, quien también es investigador principal del CONICET y coordinador del Centro Argentino-Brasilero de Nanociencia y Nanotecnología (CABNN).
El científico sueco Lars Berglund, director de la investigación, y sus colegas fabricaron ese nanopapel paso a paso. Primero trataron la pulpa de papel con endoglucanasa, una enzima que degrada la celulosa. Posteriormente, dicho material fue homogeneizado y reducido de tamaño mediante un microfluidizador.
Ese equipo, a través de canales capilares cada vez más delgados, inyecta presión al material, que al final, da origen a las nanofibras de celulosa. A éstas se les aplica un producto químico que introduce grupos carboxílicos -característicos de los ácidos orgánicos - en la superficie.
Esos grupos químicos unen las nanofibras, como si de un tejido se tratase, a través de puentes de hidrógeno, lo que aumenta la resistencia del material.
Finalmente, el mismo es filtrado y secado para obtener el papel. La sorprendente resistencia mecánica de ese material está relacionada con la mayor resistencia de las nanofibras, la adhesión entre las nanofibras debida a los puentes de hidrógeno que se les introduce, y una homogénea distribución de defectos (poros) en el material, aseguró Salvarezza.
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