El reciente descubrimiento de agua en la luna por un grupo de investigadores de la Universidad de Brown, en Rhode Island, recorrió el mundo. La afirmación sobre la existencia de hidrógeno en las rocas lunares, dejó atrás la creencia instalada en el mundo científico durante más de 40 años de que este satélite natural de la Tierra estaba completamente seco.
El equipo de investigación, formado por profesionales del Instituto Carnegie de Washington y la Case Western Reserve University de Cleveland, fue dirigido por Alberto Saal, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y doctorado en Ciencias Geológicas del Departamento de Ciencias Geológicas, de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, también de la casa de estudios.
Según relata Saal, la inquietud de indagar sobre la existencia de agua en la luna surgió al conocer la nueva técnica desarrollada por Erik Hauri del Instituto Carnegie que mejoró las posibilidades de detectar elementos volátiles en rocas volcánicas. "Con Erik trabajamos los 10 últimos años para determinar el contenido de volátiles en el manto terrestre, y lo contacté para hacer este trabajo con los cristales lunares", manifiesta el científico argentino.
El estudio se realizó sobre material recogido durante las misiones Apolo 15 en 1971 y Apolo 17 en 1972, que se conservan en el Johnson Space Center de Houston, Texas, desde que fueron traídas a nuestro planeta.
Tal como indica Saal, este descubrimiento es útil para reconstruir la historia sobre el origen de la luna y la tierra y la presencia de agua desde épocas muy tempranas. En ese sentido, reconoce que este hallazgo no rebate el modelo de la colisión como el que originó la luna, pero lleva a repensar el proceso.
El paradigma actual plantea que la luna se formó por una colisión cataclísmica entre la temprana tierra y un objeto del tamaño de Marte, hace 4500 millones de años. Según se cree, si había agua en la tierra antes del impacto, se perdió en el material que formó la luna durante su colisión.
Este estudio, que detectó hidrógeno en las rocas lunares da fuerza a la hipótesis de que el agua es endógena a la luna, y por lo tanto el impacto no produjo la pérdida total. "El trabajo pone límites en las características de la colisión y formación de este satélite natural terrestre, porque supone que se dieron condiciones que permitieron conservar el hidrógeno (el elemento más liviano en la tabla periódica). Sin embargo, no desestima el modelo de colisión como el que originó la luna, ya que hasta el momento es el que mejor explica el momento angular entre la tierra y su actual satélite. Igualmente, sigue en pie la posibilidad de que el agua disuelta en las rocas lunares fuera agregada inmediatamente después de su formación, probablemente durante sus primeros 100 millones de años, por material meteorítico rico en esta vital sustancia", señala.
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