El único ejemplar recogido fue localizado a más de cincuenta metros de la estrecha entrada de la cueva, según ha relatado Alberto Sendra Mocholí, que indicó que el invertebrado se encontraba en una acumulación de guano y raices, en la sala Masia Lloret, que es uno de los espacios subterráneos más amplios de esta enorme cavidad, que tiene más de un kilómetro de recorrido.
Según ha descrito el entomólogo, la sala estaba inmersa en la oscuridad más absoluta, tiene una humedad próxima a la saturación y una temperatura que solo varía una décima de grado durante todo el año, ya que se mantiene prácticamente a 9,8º centígrados.
El experto ha informado que las especies de esta familia son de pequeño tamaño ya que miden poco más de dos milímetros de longitud, tienen un cuerpo blanquecino y despigmentado, carecen de ojos y tienen unas largas antenas tapizadas de múltiples órganos sensoriales que son muy sensibles a las presiones y olores. Los Projapígidos se alimentan de otros organismos que, como ellos, también viven bajo la superficie del suelo.
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