¿Convertir los gases que causan el efecto invernadero en piedra? ¿Transformarlos en líquidos y llevarlo al lecho marino?
Las ideas podrían sonar a planes rebuscados del cuaderno de un alquimista pero los científicos las están llevando adelante, en momentos en que muchos países se preparan para enterrar gases de efecto invernadero capturados en los próximos años, como parte de la lucha contra el calentamiento global.
Los analistas dicen que una tecnología adecuada podría convertirse en un mercado de más de 150 mil millones de dólares.
Pero la preocupación es que los gases podrían generar pérdidas por los emplazamientos subterráneos mal elegidos, o que tal vez los gases podrían salirse con un terremoto.
Parte de la respuesta podría ser petrificar o licuar gases como el dióxido de carbono -liberado por ejemplo por las plantas de energía y fábricas- si los obstáculos técnicos pueden ser superados y si los costos no son demasiado elevados.
“Si uno puede convertirlos en piedra, y es algo ambientalmente benigno y permanente, entonces eso es mejor”, dijo Jürg Matter, un científico alemán de la Universidad de Columbia en Nueva York.
Matter está trabajando para convertir dióxido de carbono, el principal gas invernadero, en roca.
En teoría, el dióxido de carbono reacciona con el basalto poroso y lo convierte en mineral, pero nadie sabe cuánto tarda el proceso. Matter y expertos estadunidenses, franceses e islandeses planean inyectar 50 mil toneladas de gas en basalto en una prueba que comienza en 2009.
Otros investigadores afirman que bombear el gas a los sedimentos que están bajo el lecho marino, a unos tres mil metros, lo expondrían a mucha presión para convertirlo en un líquido viscoso, como la miel.
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