Un anfibio que nadaba en lagos y capturaba libélulas con la lengua al mismo tiempo que con sus pequeñas patas se movía de forma ágil por la tierra hace millones de años. Este espécimen podría aparcar una de las mayores controversias en la evolución de los vertebrados: el origen común de ranas y salamandras. "La disputa se debía a la falta de un espécimen que mostrara la transición. Este fósil llena ese hueco", afirma Jason Anderson, profesor de la Universidad de Veterinaria de Calgary y director del estudio.
Científicos de esta universidad canadiense han descubierto un fósil de 290 millones de años que une a las ranas y a las salamandras y podría resolver un largo debate sobre la evolución de los anfibios. La forma en la que las ranas y las salamandras actuales han llegado a su forma actual aún no está clara ya que hay huecos en los registros de los fósiles que muestran la transformación de una forma a otra.
El fósil de la Gerobatrachus hottoni o la tatarabuela de la rana, que aparece recogido en la revista Nature, podría ayudar a aclarar la línea entre los anfibios actuales. "Falta un eslabón entre los fósiles de los animales extinguidos y sus formas actuales", ha afirmado Jason Anderson, de la Universidad de Calgary, que ha dirigido el estudio. "Esta es una perfecta ranamandra", ha afirmado.
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