El gran potencial científico del yacimiento de Sidrón ha quedado de nuevo en evidencia esta semana. La publicación del primer estudio de la huella del cerebro en el interior de un fragmento de cráneo extraído de la cueva de Piloña en la campaña de 2005 abre una nueva línea de investigación, la de la paleoneurología. Como avance, y con las restricciones que impone el rigor de la investigación, se puede decir que el de aquellos neandertales era un cerebro «muy humano», según el paleobiólogo Antonio Rosas, lo que aleja a esta especie del primitivismo al que siempre estuvo asociada.
Antonio Rosas, investigador del departamento de Paleobiología del Museo Nacional de Ciencias Naturales y uno de los investigadores permanentes de los restos de Sidrón, encabeza la firma del artículo que aparece en el último número de la revista «The Anatomical Record», «un foro internacional del más alto nivel» en los estudios de anatomía. Junto a Rosas figuran como firmantes Ángel Peña-Mellán, del departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina de la Complutense; Antonio García-Tabernero y Markus Bastir, también del Museo de Ciencias Naturales, así como Marco de la Rasilla y Javier Fortea, del departamento de Historia de la Universidad de Oviedo.
El artículo -«muy técnico y de anatomía pura y dura», en palabras de Rosas- es una descripción anatómica de la huella del cerebro en el interior de la zona occipito-temporal, la nuca en términos coloquiales. El fragmento que sirve de base al estudio fue el gran hallazgo de 2005, por tratarse del «más completo que ha salido de la excavación» y porque es la presencia material del área que refleja una de las mayores singularidades de la morfología craneal de los neandertales, el saliente que se conoce como «moño occipital».
Pese a su blandura, la masa encefálica deja una impronta en el interior de la caja craneal cuyo análisis detenido permite reconstruir al menos la parte externa del cerebro que estuvo alojado en ese cráneo. A ello se han aplicado, con el uso de técnicas de recreación virtual, los responsables de esta investigación, con un «resultado muy llamativo» en términos visuales, «hasta el punto de que uno de los revisores del artículo para su publicación llegó a decir que nunca había visto unas imágenes así» de un cerebro antiguo, expone Rosas.
Noticia completa en La Nueva España