Durante siglos, los sufridos roedores han servido como animales de experimentación en el laboratorio. Pero desde hace unos años, el pez cebra («Danio rerio»), un ciprínido emparentado con las carpas y los barbos, ha despertado la atención de los investigadores. Hasta el punto de convertirse en el segundo modelo animal más utilizado después del ratón.
El motivo es que este pez rayado, además de ser uno de los más fáciles de criar en un acuario, presenta una serie de ventajas frente a otros vertebrados. Entre ellas destaca que su desarrollo se produce fuera del cuerpo materno, en el agua, y los embriones son transparentes, lo que permite ver los cambios que se van produciendo a medida que los pequeños peces van tomando forma.
Y lo que es más importante, se pueden apreciar los efectos de diversos medicamentos y sustancias tóxicas sobre sus órganos internos. Un día después de la fecundación ya se han formado las segmentaciones del cerebro, el tubo neural -precursor del Sistema Nervioso Central- y los somitos -que darán origen a los músculos y los huesos-. A los cinco días se han formado los ojos y los oídos y aparecen el corazón, el hígado, los riñones y el páncreas. Y los sistemas circulatorio, digestivo y nervioso entran en funcionamiento.
Estas características han hecho que «Danio», que antes no pasaba de ser una mascota, se haya colado en el laboratorio como una joven promesa capaz de arrojar luz sobre enfermedades como el cáncer y el párkinson. Aunque la lista de patologías en las que está «colaborando» incluye otras tan dispares como los trastornos de sistema inmunitario, los cardiovasculares, las alteraciones del sueños o la drogodependencia.
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