Los prehistoriadores no dejan de cosechar en La Palma fascinantes hallazgos en el campo de la arqueoastronomía. Un grupo de investigadores ha descubierto un reloj cósmico único que señala los equinoccios. Un lugar donde los primitivos, dicen, intentaban abrir las puertas del cielo.
La pregunta, planteada en un libro reciente surgido tras un diálogo intenso, apasionado y riguroso entre el astrofísico Martín López y el teólogo Francisco José Soler, tiene miga: ¿es Dios la causa del universo o un mero comodín de nuestras ignorancias? El infinito, pese a los avances registrados a todos los niveles, sitúa en un plano similar a los seres de cualquier época. Desde siempre han tratado de conocer la abrumadora e inabarcable dimensión de la bóveda celeste y, sobre todo, comprender su funcionamiento, además de descifrar las constantes de la física que permiten la vida.
Así lo vuelve a atestiguar un nuevo hallazgo prehistórico realizado en La Palma por el equipo de investigadores que lleva a cabo el proyecto Iruene sobre arqueoastronomía. El grupo, dirigido por Miguel Martín, está formado por José Antonio Fernández, Toño González, Yoni Afonso e Inés Dieppa.
El aludido marcador solar diseñado por los primeros pobladores de La Palma, los awaras, explica Miguel Martín, se localiza en el complejo de Cabeceras de Izcagua, en las cumbres del municipio de Garafía, a 2.140 metros sobre el nivel del mar. «Se trata», asegura, «de uno de los descubrimientos más importantes y, a la vez, espectaculares de la prehistoria de Canarias».
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