El científico británico Terry Jupp llevaba 25 años trabajando para el Ministerio de Defensa. El 14 de agosto de 2002 participaba en un experimento secreto que un equipo anglo-norteamericano llevaba a cabo en la isla de Foulness, en el estuario del Támesis, donde las Fuerzas Armadas realizan pruebas sobre explosivos. Los ataques del 11-S de apenas un año antes habían aconsejado a Londres y Washington a poner en marcha una serie de investigaciones sobre la capacidad de Al Qaida de fabricar bombas radiactivas utilizando explosivos convencionales, con componentes que pueden comprarse abiertamente en las tiendas.
Algo fue mal en la manipulación de la bomba, y cuando Jupp colocaba una pequeña cantidad de material explosivo, éste se prendió de pronto, envolviéndole en llamas, según las averiguaciones del diario «The Guardian», que ha indagado en un caso cuya publicidad el Gobierno insiste en tapar. Jupp, de 46 años, sufrió quemaduras en el 80 por ciento del cuerpo y murió a los seis días.
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