Las gigantescas olas que el pasado día 11 arrasaron buena parte de la costa cantábrica viajaron desde miles de kilómetros de distancia y se vieron potenciadas por una marea viva y alta, que superaba los cinco metros en algunas zonas, y por una borrasca con fuertes vientos cerca de tierra que incrementaron su poderío.
Este cúmulo de circunstancias fue, según los expertos consultados por este periódico, lo que provocó que grandes masas de agua del mar inundaran las calles de numerosos municipios costeros del norte, un fenómeno que no se considera anormal desde los parámetros científicos, pero sí es excepcional.
Las olas más altas, registradas por una boya instalada en el exterior de la costa gallega por Puertos del Estado (Ministerio de Fomento), alcanzaron una media de 12,8 metros en Estaca de Bares (La Coruña) a las 19.00 horas del día 10. Es el máximo histórico registrado en España (el anterior estaba en 11,1 metros) y supone que en esa media hora hubo alguna ola que superó los 20 metros de altura a unas 20 millas de la costa. Una impresionante muralla de agua.
«Ya habíamos dado la alerta roja el día anterior en todo el Cantábrico porque para ello contamos con los datos que llegan de las boyas y los satélites con radares. Fue un oleaje que se generó por un viento muy fuerte a muchos kilómetros al Oeste, que es lo que se llama mar de fondo, y se intensificó con la pleamar al llegar a la costa», explica el director del Centro Nacional de Meteorología en Santander, Salvador Martín.
Martín recuerda que este tipo de temporales se repiten todos los años varias veces, aunque este suave invierno parecía que iba a acabar más tranquilo: «Es la misma tormenta que ha afectado al Reino Unido, donde también ha habido olas de 12 y 15 metros e importantes inundaciones», asegura.
El físico José Carlos Nieto, de la Universidad de Alcalá de Henares, lleva mucho tiempo estudiando cómo prevenir las olas gigantes, mucho mayores que la que llegaron al norte peninsular y mucho más inesperadas. «Las olas monstruosas o "freak waves", como se las llama en inglés, pueden alcanzar los 30 metros y aparecer en un mar en calma. Pero este temporal del Cantábrico ha sido de olas altas y eran predecibles con cierto margen de error», explica.
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