Los antiguos astrónomos mayas alinearon sus templos con las estrellas y ahora los arqueólogos modernos buscan con satélites desde el espacio las ruinas de esas pirámides escondidas en la densa jungla de Guatemala.
La civilización maya vivió en Centroamárica y el sur de México por 1.000 años, antes de abandonar sus ciudades misteriosamente hacia el 900 Después de Cristo.
Los científicos que buscan pistas sobre ese colapso, ahora tienen la ayuda de satélites de la NASA que pueden ver a través de las nubes, nieve y la selva para revelar diferencias sutiles en la vegetación.
El arqueólogo William Saturno usó primero imágenes satelitales para hallar una fuente de agua cerca de su sitio de excavación en San Bartolo, que se ubica a 53 kilómetros del poblado más cercano, por caminos inaccesibles dentro de la norteña jungla guatemalteca de Petén.
La NASA le dio una foto de radiación solar reflejada sobre la gran variedad de plantas de la región. Saturno se sorprendió al ver un patrón de decoloración en la imagen que mostraba el contorno de algunos edificios que su equipo había descubierto.
Utilizando un aparato de GPS, marcó en un mapa las ubicaciones de otras decoloraciones cercanas y encontró una zona de arquitectura maya que no había sido descubierta.
Los mayas construían con piedra caliza y estuco. A medida que los edificios abandonados se van desintegrando, los químicos de las piedras se mezclan con el suelo, impidiendo que algunas plantas crezcan alrededor de las estructuras o afectando la química de aquellas que sí pueden crecer.
Los satélites pueden detectar las diferencias y el resultado es un mapa de las estructuras enterradas por la vegetación desde una distancia de 640 kilómetros de la Tierra.
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