Investigadores argentinos sostienen que su administración sería la pieza clave para promover la persistencia y el almacenamiento de largo plazo de la memoria.
El año pasado los científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires había descubierto que un recuerdo solo persiste en el tiempo si cierto número de horas después de haberlo adquirido el cerebro sintetiza una proteína que intervino en su formación y cuyas siglas en inglés son BDNF.
"En ese experimento, si se producía la síntesis de BDNF, los recuerdos duraban doce días, pero si la bloqueábamos, solo dos. En este trabajo nos hicimos otra pregunta: ¿Es posible convertir un recuerdo pasajero en persistente?", recordó uno de los investigadores, Pedro Beckinschtein.
Para probar su hipótesis, el equipo -entre cuyos integrantes también hay un miembro del brasileño Centro de Memoria de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul- comparó en roedores los efectos de dos protocolos de entrenamiento.
"En ambos, si los roedores bajaban de una plataforma se encontraban con una grilla que les daba un golpe de electricidad, pero en un caso el shock era más suave que en el otro", describió Beckinschtein.
El experto agregó que mientras "un grupo formaba recuerdos que persistían durante doce días, el que recibía el golpe más suave solo por dos, pero entonces a los animales del segundo grupo se les inyectaba BDNF en el hipocampo durante la fase de "estabilización diferida" del recuerdo".
"Cuando medimos lo que tardaban en descender de la plataforma e hicimos el análisis estadístico, el efecto fue clarísimo: en el grupo que debió haber formado una memoria pasajera, tras la inyección de BDNF se había formado una memoria persistente", detalló.
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