La investigación está dirigida por las profesoras Isabel Goñi y Marilo Gurrutxaga, en colaboración con Pablo Casuso, Itziar Silva y Ruth Rodríguez. Todos ellos trabajan en un laboratorio que lleva «15 años diseñando formulaciones de copolímeros y compuestos acrílicos destinados a aplicaciones médicas».
En primer lugar, el trabajo se centró en compuestos para fijar las prótesis de cadera que se implantan. La investigación actual, en cambio, se enfoca hacia la vertebroplastia, en la que el cemento se aplica en el tratamiento de fracturas vertebrales por osteoporosis o tumores óseos. La mezcla se inyecta en la vértebra lesionada mediante agujas con el objetivo de reforzar el hueso y aliviar el dolor.
En la práctica médica de la vertebroplastia, «al principio, se empezó a inyectar en las vértebras los mismos compuestos que se utilizaban para asentar prótesis de cadera», explica Marilo Gurrutxaga. Pero surgieron los problemas. «No eran lo suficientemente fluidos, no solidificaban a tiempo, ni eran lo suficientemente radiopacos para rayos X. Además, los cirujanos lo manipulaban a su gusto y manera en el propio quirófano sin tener en cuenta que un material, al modificarlo, cambia sus propiedades», añade la química.
Visto el problema, en el laboratorio comenzaron a intentar mejorar la eficacia de esos cementos. Partiendo de la tesis doctoral de la química Lidia Hernández -que ahora también va a ser la tesis del médico Andrés Areta, del Hospital Bidasoa (bajo la dirección del médico Jaime Usabiaga)-, en el laboratorio de la UPV comenzaron a «jugar con la viscosidad y tiempo de fraguado» de la composición del cemento. Realizaron estudios con cultivos celulares y posteriormente en ratones y conejos. «En cinco años podría aplicarse en humanos», confía.
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