"El texto emplea la estrategia de aquellos que niegan que los judíos fueran seleccionados por los nazis para el exterminio". Así se despachaba la revista Nature en una crítica feroz al libro El ecologista escéptico, publicado en 2001. Su autor, el politólogo danés Bjorn Lomborg (Copenhague, 1965), está en España para presentar la secuela, En frío (ambos editados por Espasa), una guía que propone enterrar el Protocolo de Kioto y destinar su presupuesto a combatir el hambre, la pobreza y las enfermedades.
Por su anterior título, Lomborg recibió denuncias por
deshonestidad científica y varios tartazos en la cara, lanzados por militantes ecologistas. Nada logró evitar que ahora vuelva a las andadas.
¿Admite que el calentamiento global es un gran problema?
Es un problema global y, desde luego, no es trivial. Pero no es el desafío crucial de la humanidad en el siglo XXI.
¿Qué medidas propone en lugar del Protocolo de Kioto?
Creo que existe el riesgo de que caigamos otra vez en el error de Kioto. En 1992, en la Cumbre de Río de Janeiro, se decidió reducir las emisiones de CO2 a los niveles de 1990 en un plazo de ocho años. No lo hicimos. En 1997, en Kioto, dijimos: "Bueno, esto no funciona muy bien, pero intentémoslo de nuevo, con exigencias más duras". Lo hicimos. Y probablemente superaremos los objetivos de Kioto en un 25%.
Si hemos fallado dos veces, no es razonable intentarlo una tercera en la reunión de Copenhague, en 2009, y encima con metas más ambiciosas. Es una buena oportunidad para no ser estúpidos de nuevo. Mi libro es un intento de encontrar medidas más inteligentes. En lugar de recortar las emisiones, que sólo sirve para que nos sintamos bien, deberíamos invertir en investigación y desarrollo de energías que no emitan CO2, como la solar, la eólica y los biocombustibles. Es mucho más barato y efectivo. El nuevo Tratado de Copenhague debería proponer una inversión del 0,05% del PIB en investigación de estas nuevas tecnologías.
¿Por qué cree que su idea es más "inteligente" que la propuesta por miles de científicos?
Es importante dejar claro que yo acepto lo que dice el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC). El IPCC es políticamente neutro, sólo dicen que hay un problema y que es necesario arreglarlo. Totalmente de acuerdo. Pero los que proponen medidas como el Protocolo de Kioto no son científicos ni economistas, son políticos. Y ellos siempre hablan de lo que nos hace sentir bien. Yo hablo de lo que en realidad funciona, y reconozco que quizás no sea políticamente vendible, pero es mejor para el mundo.
¿Cómo puede un politólogo estar en desacuerdo con el consenso científico en temas tan complejos?
Creo que no discrepo del consenso científico. Yo vengo de las ciencias sociales y acepto las ciencias naturales del IPCC. El cambio climático es real, pero cuando tenemos un problema, hay que hablar de cómo lo afrontamos. Y eso es una tarea para las ciencias sociales. Si preguntas a un experto en seguridad vial cómo evitar los accidentes, te dirá: "Reduce el límite la velocidad". Y es cierto, podemos eliminar la mortalidad en la carretera si ponemos un tope de velocidad de 5 km/h. Pero entonces no podremos ir a ningún sitio.
No se puede preguntar sólo a los especialistas, hay que tener una visión global. Y eso es lo que intentamos hacer en el Consenso de Copenhague [una conferencia de economistas fundada por Lomborg cuyo fin es establecer las prioridades a la hora de afrontar los retos del siglo XXI].
¿Qué sugieren?
Queremos ver cómo conseguir más beneficios para la sociedad con el mismo presupuesto. Podemos invertir en sanidad, en educación, en cambio climático... Y, evidentemente, todas las áreas dirán: ¡Dame a mí el dinero! Tenemos que ver quién tiene las ideas más inteligentes.
Si inviertes un euro en prevenir el sida, la malaria o la malnutrición, producirás 40 euros de beneficios sociales. Pero con políticas como el Protocolo de Kioto, por cada euro que gastes obtendrás 30 céntimos. Es estúpido. Tenemos un problema, pero eso no significa que haya que salir corriendo a resolverlo. Hay que evitar el pánico y reflexionar en frío.
Hace unos meses, el jefe de la oposición en España, Mariano Rajoy, afirmó que es imposible predecir lo que va a ocurrir dentro de 300 años. ¿Está de acuerdo?
Obviamente, no sabemos exactamente lo que va a pasar. Tiene sentido mirar hacia el futuro como lo hacen ahora los modelos climáticos, pero también deberíamos darnos cuenta de hasta qué punto podemos ayudar a la gente de otras maneras.
Entrevista completa en Público (España)