Una región en el cerebro conocida como el hipocampo controla, ordena y almacena el caudal informativo que pasa por nuestros sentidos cada minuto que estamos despiertos. La gran pregunta para las neurociencias es la que haría un chico de jardín de infantes: ¿cómo?
¿Cómo puede una porción de tejido que contiene una pequeña fracción de las neuronas del cerebro absorber y almacenar tanta información, incluso temporalmente?
Un estudio publicado la semana última en la revista Nature da el primer paso hacia una respuesta, y también expone los métodos más avanzados disponibles para estudiar el cerebro.
Dos investigadores de los Institutos Howard Hughes, en Maryland, no estimularon una célula cerebral, sino una única espina dendrítica, que es uno de los crecimientos similares a pelos que nacen de las ramificaciones de esas células.
Las neuronas se comunican con sus vecinas mediante una "explosión química" que parte desde los extremos de una de esas espinas, cruza a través de un espacio llamado sinapsis y llega hasta el extremo de otra espina en la siguiente célula. Si el "baño químico" es lo suficientemente fuerte, la espina receptora se agranda, lo que refuerza la conexión entre ambas. Este es el proceso básico del aprendizaje.
Pero los investigadores Christopher D. Harvey y Karel Svoboda hallaron algo poco frecuente mientras estimulaban una única espina. No sólo se agrandó este crecimiento del tejido neuronal, sino que también volvió a sus vecinas más sensibles a las señales químicas. De hecho, quedaron en estado de alerta ante cualquier derrame informativo.
Noticia completa en La Nación (Argentina)