Conformado por 60 pendientes de caracol marino, el collar de la llamada Dama de Tlacojalpan, será exhibido por vez primera luego de que especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), lograron reproducir la pieza mediante la misma técnica de manufactura con la que fue creada durante el Posclásico Tardío (1200 – 1520 d.C).
Se trata del ornamento que formaba parte de las ofrendas funerarias halladas en el 2001, en el sitio arqueológico La Campana, en Veracruz, cuya réplica es mostrada del 8 de diciembre al 15 de enero del 2008, en el Museo de Antropología de Xalapa, en Veracruz.
Adrián Velázquez Castro, investigador del Museo del Templo Mayor, encargado de la reproducción del collar, refirió que éste fue encontrado como parte de una de las ofrendas asociadas al entierro de la llamada Dama de Tlacojalpan, personaje que fue depositado en una olla de grandes dimensiones, y cuyos estudios de antropología forense determinaron que se trató de una joven que al momento de morir contaba con 25 años de edad y que falleció a causa de un mieloma múltiple (cáncer) en el cráneo.
“Al ver el collar nos asombramos mucho, porque se trata de un ejemplo singular del trabajo hecho con caracoles, lo cual además habla del estatus de esta mujer, quien pudo haber tenido un alto rango social”, señaló el arqueólogo al detallar que en las ofrendas también se encontraron materiales de lítica, cerámica y restos óseos de animales
Indicó que tras el hallazgo en dicho sitio que forma parte de la región cultural del Bajo Papaloapan, por invitación del arqueólogo Pedro Jiménez, responsable del proyecto, investigadores del Museo del Templo Mayor se dieron a la tarea de realizar estudios para determinar la procedencia de los caracoles y la forma en que fue hecha la pieza.
Durante el estudio del collar, detalló el experto en el análisis de materiales de origen marino, se determinó que los moluscos pertenecían al género oliva, variedad que si bien fue de uso abundante en el México prehispánico, la forma en que fueron manipulados les dio un carácter peculiar.
“La manera más común de trabajar los caracoles en la antigüedad consistió en cortarles la punta y la espira, así como hacerles una perforación en la base. Pero para crear este collar se hicieron cortes longitudinales mediante el desgaste de las caras, práctica que no fue muy común en la época precolombina”, aseveró.
De acuerdo con los estudios biológicos a cargo de las especialistas Norma Valentín y Belem Zúñiga, se precisó que los 60 caracoles corresponden al género oliva, de los cuales 18 corresponden a la especie scripta procedentes del océano Atlántico, mientras que los 42 restantes pertenecen a la especie spicata, provenientes del océano Pacífico.
Noticia publicada en Rumbo de México