Desde que concluyó la primera Guerra del Golfo declarada a Irak por el entonces presidente George H. Bush, padre del actual mandatario de EU, por lo menos 6 mil 256 soldados, hombres y mujeres —arios, negros e hispanos en su mayoría de origen mexicano—, se suicidaron con armas de fuego, ahorcamiento o lanzándose de puentes a los ríos que cruzan sus ciudades. De 50 estados de EU, 45 accedieron a entregar a la cadena de televisión CBS los datos que solicitó sobre el personal de las fuerzas armadas que a su regreso de la guerra cayó en depresión, desórdenes mentales y psico-sociales, lo que en muchos casos los llevó a consumir drogas y alcohol en exceso. La hoy llamada “Epidemia de Suicidios” es resultado, en números aproximados, de 120 veteranos que cada semana se quitan la vida, un promedio de 17 suicidas diarios, de los cuales más de la mitad son jóvenes menores de 25 años.
Luego que la CBS News presentó a fines de noviembre un reportaje nacional investigado durante cinco meses, el Pentágono se vio obligado a reconocer que 2006 fue el año con mayor índice de suicidas de las fuerzas armadas de EU —el récord se lleva desde hace 15 años—, a pesar de los esfuerzos del Departamento de Defensa (DOD) de implementar nuevos programas y fortalecer los ya existentes en materia de tratamientos para desórdenes mentales, producto de la estancia prolongada de una gran mayoría de los soldados en los escenarios bélicos en Irak y Afganistán “donde pelean la guerra global antiterrorista”.
Aunque el coronel Elspeth Ritchie, psiquiatra del Equipo Médico General del Ejército, dijo que en general los suicidios se derivan de depresiones ocasionadas por motivos sentimentales y financieros, lo cierto es que The Journal of the American Medical Association, afirma que los estudios realizados entre miembros del ejército involucrados directamente en los horrores de la guerra, confirman que más de 20 por ciento tienen síntomas de estres-post traumático, lo que les ocasiona flashbacks de experiencias de combate traumático y otras reacciones severas, quizá relacionadas con actos de tortura y matanzas masivas y violentas de poblaciones civiles.
Aunque no existe todavía una banco de datos del número de suicidas y desertores por etnias o géneros, es factible deducir que entre éstos podrían contarse por docenas a miembros de raza negra y de origen latino, éstos últimos son en su mayoría de origen mexicano, ya que de un millón 370 mil elementos del Ejército, Marina, Fuerza Aérea y el Cuerpo de Marines actualmente en activo en las guerras de Bush, poco más del 28.9 por ciento son de las llamadas minorías, y 8.6 por ciento son latinos. El caso de los mexicanos, muchos ilegales que son enlistados con la promesa de obtener para ellos y sus familias la ciudadanía una vez que concluyan sus tareas bélicas (MILENIO Semanal No. 514), complica aún más la recopilación de datos porque los que mueren en batalla quedan en el anonimato, y de los que logran regresar con vida, incontables son dados de baja y deportados por ingresar al país sin documentos.
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