Tres son las principales líneas de actuación frente al cáncer desde el punto de vista médico. Cada una de ellas -cirugía, radioterapia y quimioterapia- presenta ventajas e inconvenientes, y por lo tanto resultará o no indicada para cada caso en concreto. La tendencia actual, sin embargo, prima la terapia farmacológica, siempre que sea posible, frente a las otras dos vías de ataque a los tumores. Es en este campo de la quimioterapia donde más esfuerzos se están realizando y donde acaba de obtenerse un logro científico que podría revolucionar las estrategias de lucha contra el cáncer a través de la nanomedicina
Científicos del Instito de Tecnología de Massachusetts (MIT), dirigidos por la doctora Sangeeta Bhatia, han desarrollado nanopartículas que pueden ser dirigidas a voluntad a través del torrente circulatorio para, una vez concentradas en el tejido tumoral, liberar en el momento elegido por los médicos los fármacos de los que son portadoras, de forma que actúan en el lugar preciso y en la dosis elegida, minimizando los efectos adversos para el resto del organismo.
Optimizar las terapias
El trabajo en cuestión, publicado en el último número de la revista especializada «Advanded Materials», es el último logro de la División Harvard-MIT de Ciencias de la Salud y Tecnología (HST) y del Departamento de Ciencia Computacional del MIT, dedicados desde hace tres años al desarrollo de las nanopartículas en el ámbito de la medicina. La doctora Bathia, directora del proyecto, está especializada en el estudio de las interacciones entre las células y su microentorno, y en el desarrollo de «micro-herramientas» capaces de optimizar las terapias celulares. Un aspecto fundamental en el trabajo de su equipo es el desarrollo de nanomateriales para luchar contra el cáncer.
En un trabajo anterior, publicado la pasada primavera, este equipo del MIT desarrolló nanopartículas con propiedades magnéticas que, una vez inyectadas en el caudal circulatorio, podían ser dirigidas a voluntad hasta formar aglomeraciones en torno a las células tumorales. Estas nanopartículas, cargadas con iones de hierro, facilitan la «visualización» del tumor con imágenes de resonancia magnética.
Pero Sangeeta Bathia ha llegado un paso más allá. Su equipo ha creado nanopartículas que, gozando de esas mismas propiedades, llevan además incorporados fármacos antitumorales -en forma de moléculas activas-, adheridos a la nanopartícula por medio de dos «hebras» de ADN unidas por enlaces de hidrógeno. Estas nanopartículas tienen, además, propiedades «superparamagnéticas», es decir, emiten calor cuando son sometidas a la acción de un campo magnético.
Una vez que las nanopartículas armadas con fármacos se han concentrado en el tejido tumoral, son expuestas a un campo magnético de baja frecuencia generado en el exterior del cuerpo, de entre 350 y 400 kilohercios -un rango similar al de las ondas de radio-. Estas ondas débiles atraviesan los tejidos sin causar daño alguno, y el calor generado en las nanopartículas provoca la rotura por fusión del enlace de hidrógeno que mantenía unidas las dos «hebras» de ADN, de forma que una de ellas queda adherida a la nanopartícula, mientras que la otra es liberada junto con las moléculas que actúan como fármacos.
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