La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”, afirmó dos siglos atrás el político y científico estadounidense Benjamin Franklin. Hoy, con cientos de estudios publicados respecto a la felicidad, cabe asegurar que no sólo es la gran meta que persigue en su vida todo ser humano, sino un indicador inequívoco de la salud de un individuo.
La felicidad es un estado emocional en el que confluyen tanto factores voluntarios como involuntarios (no es una respuesta automática como el parpadeo o como una reacción de sobresalto). Sentirnos bien con nosotros mismos y el entorno que nos rodea, nos permite mantener o incluso obtener salud.
“Sabemos que las personas más felices y dichosas viven más años. Hay datos muy claros que empiezan a demostrar ya no sólo que la infelicidad o la depresión acortan los años y calidad de vida, sino que el optimismo y la alegría tienen el efecto contrario”, afirma Carmelo Vázquez, Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense de Madrid
Las nuevas corrientes de la psicología advierten que felicidad es salud. Así, recientes investigaciones apuntan a que las emociones positivas pueden ser potenciadas y ayudan a prevenir la aparición de determinadas enfermedades. No sólo el amor, el humor y la inspiración creativa producen bienestar, sino también el optimismo, la empatía, el altruismo, la ética en el trabajo y el esfuerzo de superación personal.
“Hay claves muy relevantes para aprender a ser feliz. Sabemos que nadie nace desdichado, como decía Bertrand Russell. De modo que si se aprende a ser infeliz, seguro que se puede aprender a ser más dichoso. Las relaciones íntimas y plenas con otras personas son una de las claves más importantes pues al fin y al cabo somos animales sociales”, agrega Carmelo Vázquez.
Fuentes de bienestar
En la última década ha ido surgiendo un movimiento dentro de la psicología que por fin está sometiendo la felicidad a la medición precisa, al estudio empírico y al debate académico del más alto nivel. Es la llamada Psicología Positiva.
La Psicología Positiva intenta potenciar lo mejor de nosotros mismos, incluso cuando nos encontramos mal. Gracias a ella se están abriendo nuevos horizontes de investigación a temas como la gratitud, el perdón, el coraje, que nunca se habían considerado temas investigables. Esto está abriendo nuevas vías de intervención especialmente en el tratamiento de problemas de ansiedad y de depresión. “Queremos eliminar síntomas y que la gente que haya tenido problemas se sienta bien y dichosa. Este es un reto tan formidable como apasionante y la Psicología Positiva está abriendo nuevas direcciones en este sentido” explica Carmelo Vázquez.
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