"Es obvio que existirá un reactor para reducir los residuos radiactivos", afirma con rotundidad Juan Antonio Rojo, director del Centro de Investigaciones Energéticas y Medioambientales (Ciemat). Lo dice con firmeza, porque él mismo coordina el Programa Eurotrans de la UE que investiga esta tecnología, con ya siete años de recorrido y decenas de millones de euros gastados.
La llamada transmutación pretende resolver el problema número uno de las centrales nucleares de todo el mundo, que ya han generado cientos de miles de toneladas de residuos altamente radiactivos, para los que ni la comunidad científica ni la industria ni los gobiernos han hallado el destino adecuado.
La vía de la transmutación es, básicamente, reducir por 1.000 el volumen de los residuos de alta actividad contenidos en el combustible nuclear gastado, mediante las técnicas de reprocesamiento ya en uso. Con el resto, donde se encuentran los actínidos radiactivos de más larga vida y toxicidad, se aplicaría la transmutación. Se trata de un proceso de fisión mantenido con el bombardeo de trillones de protones por segundo hasta lograr la reacción nuclear continua que quemaría la parte más activa de los residuos.
Pero a esta tecnología le faltan todavía muchos años: "Como poco, habrá que esperar 20 o 30 años para tener el reactor nuclear subcrítico que debe ir acompañado de un acelerador de neutrones", confirma Rojo. Un reactor subcrítico necesita una permanente inyección de neutrones para mantener activa la fisión dentro de la vasija.
De hecho, todavía no existe ni un prototipo de este nuevo reactor, y tampoco del acelerador que sólo están en la mente y en planos de los investigadores de Eurotrans. "La transmutación ha podido ir avanzando según se ha ido investigando en los aceleradores de partículas", reconoce el físico.
Este proyecto de investigación de la UE, que agrupa a decenas de universidades, institutos científicos y empresas europeas, entre las que están el Ciemat, el CSIC, seis universidades españolas y una empresa privada, avanza a los pasos de tortuga de los grandes proyectos internacionales.
Juan Antonio Rojo junto a su colega italiano, el Nobel Carlo Rubbia y otros físicos del Consejo Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN), empezaron a dar los primeros pasos en 1994 en la tecnología de la transmutación, en el acelerador de partículas de Ginebra.
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