The Planetary Society solicita redoblar esfuerzos para salvar el radiotelescopio de Arecibo y el sistema de vigilancia de objetos celestes amenazantes, ambos sentenciados a cerrar por la National Science Foundation. Recuerda su director, Louis Friedman, cómo hace unos 60 millones de años, un asteroide golpeó la península de Yucatán. El impacto, con el poder de millones de bombas atómicas, creó el cráter Chicxulub, ahora bajo el mar y descubierto casualmente por ingenieros de Pemex. Por efecto del choque, se extendió una nube de polvo y ceniza sobre el planeta entero. A falta de luz solar murieron las plantas. Esa ruptura de la cadena alimentaria, que persistió por años, se cree que condujo al final de los dinosaurios: sin plantas, murieron los animales herbívoros, a su vez alimento de los grandes carnívoros. Sobrevivieron pequeños animalitos, entre ellos algo parecido a un ratón: el bisabuelo de todos los mamíferos, entre éstos el hombre.
Hace apenas un siglo, en 1908, un impacto produjo la explosión de Tunguska, Siberia, que arrasó árboles en miles de kilómetros cuadrados de bosque. “En 1992, un meteorito golpeó un viejo Chevrolet, por fortuna vacío, en Peekskill, Nueva York”, sigue Friedman. “Y en 2029, el asteroide Apofis se acercará a la Tierra más que algunos de nuestros actuales satélites climatológicos. Cuando eso ocurra, la gravitación terrestre podría alterar el curso del asteroide lo suficiente para que nos golpeara a su regreso, en 2036. ¿Estamos preparados?”.
Los objetos cercanos a la Tierra se conocen como NEO por las siglas de Near Earth Objects. La posibilidad de que nos impacten es real y, a la larga, segura. A pesar de ello, avisa Friedman, la National Science Foundation propone cerrar el observatorio de Arecibo, en Puerto Rico, el más sensible radiotelescopio del mundo y uno de los instrumentos que permiten a los científicos calcular las rutas de colisión. “Sin Arecibo, todos somos como un ciego cruzando una calle de mucho tránsito”.
El impacto con un NEO es un desastre natural que podemos predecir y en realidad evitar con suficiente vigilancia. Y ofrece números: “Hay 4 mil 700 descubiertos, de los cuales 700 son lo bastante grandes para producir un desastre global”. Los cráteres de impacto en nuestro planeta certifican el gran poder destructivo de tales choques. El cráter Barringer, al norte de Arizona, con un kilómetro y medio de diámetro, es la cicatriz de un impacto que mató casi todo en 1,500 kilómetros a la redonda.
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