Hace apenas unos días, un equipo internacional de astrónomos describía un fenómeno asombroso: en estado de plasma, partículas inorgánicas de polvo espacial mostraban ciertas propiedades típicas de los seres vivos, como la capacidad de organizarse en cadenas helicoidales que se replican para evolucionar hacia configuraciones más estables.
A mediados de julio, un informe de la Academia Nacional de las Ciencias de EE.UU. recomendaba a las instituciones científicas, en especial a la NASA, «ampliar sus horizontes» en busca de «vida extraña»: formas que tal vez hayan decidido «prescindir» de la química del carbono. La opción alternativa con más predicamento es el silicio, y por una curiosa coincidencia, es también la base de la «vida no orgánica»; léase, en la terminología al uso, HAL y SAL.
Federico Morán, del Centro de Astrobiología, no tiene dudas al respecto: «Si hay vida en otro lugar, utilizará el carbono». Para este experto en evolución molecular, «la vida no es un accidente, sino una consecuencia necesaria de las leyes de la física» aunque, asegura, «la ciencia no puede definir qué cambiaría en el diseño actual si regresáramos de nuevo al principio»; y esto es un obstáculo para determinar qué es esencial y qué no lo es: «Los virus no tienen metabolismo, pero hay quien los considera vivos». La vida tiene fronteras borrosas.
Noticia en ABC (España)