La bodega del Thetis, el barco del Centre d"Arqueologia Subaquàtica de Catalunya (CASC), contenía ayer un cargamento especial: objetos que acababan de ser rescatados del fondo del mar, en el puerto natural que conforma la cala de Cap Roig, en L"Ampolla. La carga parece insignificante, apenas algunas ánforas rotas, pero contiene esencias de la historia del Mediterráneo. Esos cuellos cerámicos han permanecido bajo el agua, absorbiendo sal, durante más de 2.000 años. Son indicios de la existencia, en ese punto de la costa del Ebro cercano a una playa repleta de turistas, de una zona de fondeo en la que, en la época romana, las embarcaciones se detenían antes de remontar el río hacia el interior de la Península.
Un lugar a resguardo de los envites del mar y apropiado para intercambiar mercancías entre un barco y otro. En ocasiones, alguno de los objetos caía al agua o lo lanzaba un marinero, y ahí quedaba sumergido durante siglos. Hasta que, con mala suerte, lo encontraba algún buceador furtivo ansioso por decorar con tesoros patrimoniales el recibidor de su casa. El material que se salvó del expolio llevado a cabo durante décadas, con mejor suerte, también puede ser localizado por un miembro del equipo del CASC, como en el caso de los restos de Cap Roig.
Información histórica
"Mira, esta es la ánfora más antigua que hemos encontrado, debe ser del siglo II a. C. Y esta otra proviene del golfo de Nápoles, porque se observan puntitos negros en la cerámica propios de la tierra volcánica de esa zona", comenta Gustar Vivar, director de la campaña de arqueología subacuática que realiza este equipo a bordo del Thetis. A ojos de un experto los fragmentos aún contienen más información histórica. "Servían para transportar vino, por eso conservan en el interior esta especie de resina que hacía de capa impermeable", continúa Vivar. "Cualquier trozo de ánfora de cerámica, por sí mismo, nos da mucha información acerca de nuestro pasado", asegura.
La costa catalana es casi una enciclopedia. A las aguas de Empúries llegaron hace más de 2.500 años los navegantes griegos. Este litoral contempló siglos más tarde el desembarco romano en la Península Ibérica y también fue testigo de la expansión catalana hasta Grecia en la Edad Media.
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