Madrid es territorio de tortugas gigantes, elefantes y rinocerontes. Es el dominio de tigres de dientes de sable que acechan en bosques cerrados y praderas a manadas de antílopes, mastodontes o cebras de tres dedos -hypariones-. En busca de alimento, animales parecidos a grandes vacas de cuatro cuernos -jirafas sivaterinos- marchan recelosas bajo la mirada de los carnívoros parientes del oso panda rojo y de aves rapaces. Es el reino de los grandes herbívoros y de sus depredadores.
Ésta es la crónica que del Madrid de hace nueve millones de años cuentan los yacimientos paleontológicos del cerro de los Batallones, en Torrejón de Velasco. El último descubierto, Batallones 10, se encontró en abril. Y los hallazgos son muy prometedores para dibujar el retrato de Madrid durante el Mioceno superior.
Sus arenas han descubierto el primer cráneo de hyparion hallado en la Comunidad y restos de cuatro o cinco jirafas. «En apenas mes y medio hemos encontrado más restos de estas dos especies que en toda España», afirma orgulloso Jorge Morales, director de las excavaciones. Pero hay más sorpresas. Entre los fósiles surgidos bajo el movimiento de brochas y pequeñas mazas está el de una tortuga gigante del grupo de las Galápagos. «Con los restos, podemos reconstruir los animales y un poco del paisaje», asegura Morales.
Atrapados por la sed
Sobre tortugas y jirafas, los cielos monzónicos traían la lluvia en la estación más calurosa y la negaban en los meses fríos. Para beber, los animales se introducían en cavidades excavadas en el suelo por las aguas. Éstas acababan convirtiéndose en trampas de las que muchos no podían luego salir, Con los años, sedimentos rellenaron las oquedades y atraparon los restos. Así nacieron muy probablemente la mayoría de los yacimientos de Batallones, en opinión de Morales. Él es capaz de leer la historia en los huesos: «A veces me da pena el bichito, un cachorro que se muere allí de hambre».
Al cabo de unos doscientos mil años, sobre algunas oquedades rellenas de sedimentos, se formaron lechos que acogieron lagunas. Y, seguramente, en una de ellas se gestó el yacimiento de Batallones 10, al que dio lugar «probablemente algún acontecimiento catastrófico, como la sequía», en opinión de Jorge Morales. «Los animales iban a beber, pero en época de sequía, el agua escaseaba y podían morir de sed». Allí habrían permanecido hasta que otro «hecho catastrófico», como lluvias torrenciales, envió sedimentos que enterraron los restos que hoy descubren unos treinta paleontólogos y estudiantes.
Alumnos de Biología y Geología de las universidades Complutense y de Alcalá participan en los trabajos en turnos de quince días. Los toldos ligeros retienen parte de los rayos de sol pero el calor llega a veces a los 45 grados. Afirman que merece la pena. Estrella Millán, estudiante de biología, recuerda la emoción que sintió al encontrar, tras cuatro días, su primer fósil. Eso, afirma, hace que la espera merezca la pena.
El primer yacimiento de Batallones se descubrió por casualidad en 1991, a una mina cercana. Y hoy, Batallones 1 sigue descubriendo su tesoro. La joya de la corona es un esqueleto casi completo de tigre de diente de sable juvenil. Su mandíbula, sus omóplatos, la columna vertebral y sus miembros han permanecido convertidos en piedra. A pesar de su nombre, este animal no era más parecido a un tigre actual que a un puma. Y su hallazgo es extraordinario porque no se conocían restos de esta especie que dataran del periodo miocénico. Los que se encontraron en Estados Unidos, eran de otra época. Además, Batallones 1 fue la primera excavación en ofrecer un cráneo completo de tigre de diente de sable pequeño. «De carnívoros de esta época, es de las mejores excavaciones del mundo», asegura Manuel Salesa, paleontólogo que se incorporó al proyecto en 1995. Asegura que han descubierto « fósiles tan excepcionales que no se conocen en otros sitios» y que están «tan bien conservados que permiten estudios anatómicos muy precisos».
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