Competir y cooperar a la vez parece algo difícil e improbable, pero unos investigadores de las universidades Carlos III y Complutense de Madrid han publicado un estudio científico que analiza estas interacciones, muy frecuentes y beneficiosas entre especies animales o en el mundo de los negocios. De esta forma, se puede observar que un depredador superior, como un tiburón, no sólo devora y compite por los alimentos, sino que también coopera a mantener el ecosistema en el que vive. Esta doble acción, denominada "coopetición", constituye uno de los principales mecanismos reguladores de la vida de nuestro planeta, según los investigadores. Por López Gómez, J; Molina Meyer, M. de la Universidad Carlos III de Madrid.
"El objetivo principal de nuestro estudio es establecer los principios reguladores generales de las interacciones de carácter competitivo y cooperativo que ocurran en la biosfera terrestre, a cualquier nivel", explica Marcela Molina Meyer, del departamento de Matemáticas de la Universidad Carlos III de Madrid, que ha publicado recientemente este artículo junto con Julián López Gómez, de la Universidad Complutense de Madrid, en la revista científica "Discrete and Continuous Dynamical Systems". Para ello, los investigadores han desarrollado una teoría matemática de la "coopetición", que es el término que designa una interacción entre partes que pueden ser, simultáneamente, competitivas y cooperativas, ya sea por su posición geográfica o su edad. Por ejemplo, dos multinacionales podrían cooperar en la Unión Europea pero competir en Estados Unidos; o dos especies vegetales podrían ayudarse cuando una de ellas está creciendo, porque la mayor puede retener más nutrientes a cambio de ofrecer sombra a la menor, y enfrentarse cuando las raíces de la más joven comiencen a competir por el territorio.
Depredadores solidarios
El paradigma imperante en la actualidad tiende a considerar a los depredadores únicamente como devoradores, más que como cooperantes en el mantenimiento de los ecosistemas. "Si no cambia radicalmente esa percepción, los daños que ocasionaremos a nuestra biosfera serán irreparables", afirma Julián López Gómez. "Según los modelos que hemos desarrollado - continúa - la principal función de la competición es la generación de diversidad". De esta forma, en un contexto aparentemente competitivo, los mecanismos de cooperación locales, en ocasiones prácticamente imperceptibles, disminuyen la susceptibilidad del sistema a las invasiones e incrementan su productividad. "La existencia de mecanismos cooperativos muy localizados de difícil detección explica, por ejemplo, que la extinción de un depredador superior en un ecosistema pueda provocar el hundimiento completo del ecosistema", añade Julián López Gómez.
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