Muchas son las experiencias humanas, pero sin duda, una de las primeras y más emocionantes es aquella que se experimenta a través de la audición. El entorno sonoro se hace presente en todas sus manifestaciones y establecemos entonces, los primeros aprendizajes auditivos.
Marcela Burattini, docente de Pedagogía de la Expresión Musical de la carrera de Educación Parvularia de la Universidad Andrés Bello explica que desde los primeros meses de vida, el sonido genera en el niño variadas actitudes como sobresalto, interés, motivación, movimiento, repetición, juego y emociones y que en la medida que el ser humano crece, estas experiencias aumentan o disminuyen y por ende, también, la calidad de lo que escuchamos. “El entorno sonoro que construimos o aquel que construyen otros, nos lleva a vivir experiencias sonoras agradables o desagradables. Otorgamos un significado a los sonidos y sus parámetros sin juicios ni reflexiones respecto de la calidad. Simplemente, nos acostumbramos y en algunos casos sobrevivimos ante el caos sonoro que nos rodea”, agrega Burattini.
La docente de la U. Andrés Bello señala que este proceso también lo viven los niños y que, teniendo en cuenta que por lo general, la experiencia auditiva-musical se reduce a un repertorio de canciones de rutina y algunos juegos corporales o bailes para un acto cívico determinado y que la preparación de los profesionales en esta materia es una debilidad sostenida, ya que muchos cuentan con experiencias musicales escasas y negativas, la educación de los niños en este sentido es preocupante.
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