Además del descenso de Kukulkán por las escalinatas durante los equinoccios de primavera y de otoño, Chichén Itzá tiene otros atractivos: la precisión astronómica de su construcción.
“Muestra por un lado el conocimiento que tenían sobre los ciclos por los que pasa la tierra”, comentó José Franco, director del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Un gran conocimiento maya de las matemáticas, de la invención del cero, de la observación del cielo, que evidentemente fue plasmado en un monumento que no tiene rivalidad con ningún otro monumento en la actualidad, puesto que sólo en esta pirámide podemos ver debido a su inclinación un gran conocimiento astronómico”, dijo Miguel Ángel Salgado Meyer, experto en óptica.
La pirámide da cuenta de la inclinación del eje terrestre y las estaciones climáticas basados en la observación del planeta Venus.
“La observación primordial del planeta Venus, que es tan primordial en la cultura maya, por esa razón a Venus se le representa como Quetzalcoatl, y para los mayas Quetzalcoátl es Kukulkán”, agregó Salgado Meyer
Con sus 4 escalinatas de 91 peldaños cada una, Chichén Itzá apunta hacia los puntos solsticiales del orto y el ocaso. Los 4 ángulos del cielo que resultan una guía segura para determinar la duración exacta del año.
“En cada caso se definen momentos muy específicos del año, esto entre otras cosas, se piensa que era muy importante para saber las fechas de cuándo era conveniente sembrar y qué eventos iban a ir sucediendo, es decir saber cuándo empezaba una temporada, dónde iba a haber lluvias, cuándo una de sequía, cuándo iba a hacer frío”, expresó Celestino Antonioli Ravetto, divulgador científico.
Noticia completa en Once TV (México)