Señaló que un cadáver que se momifica de manera natural se relaciona con el medio ambiente, en donde se generan microclimas que propician la deshidratación de los cadáveres lo que evita el proceso de putrefacción y permite la conservación de tejidos, incluidos algunos órganos internos y músculos.
Especialistas del INAH han determinado que hasta el momento la momia más antigua del país (2500 a.C.) es la de un infante en la Cueva del Gallo, en el estado de Morelos, aunque también destacan las de Paila y los fragmentos de la Cueva de la Candelaria, ambas de Coahuila, así como la colección que se presenta en la ciudad de Guanajuato, que data de fines del siglo XIX y principios del XX.
Sobre las momias de Guanajuato, el también subdirector de Arqueología del Museo Nacional de Antropología, consideró que hasta el momento sólo se ha especulado sobre el proceso de deshidratación de éstas y se carece de estudios que pudieran explicar los patrones de salud y enfermedad de los habitantes de esa localidad.
Para la historiadora Elsa Malvido, “el trabajo de un buen albañil al sellar perfectamente las tumbas, propicia la momificación artificial” y aseguró que los mayas intentaron la no descomposición del cuerpo en múltiples experimentos, pero tuvieron dos factores en contra: la arquitectura y el clima.
Manifestó que el término “momia” está mal aplicado en México, pues esta denominación se refiere sólo a las de Egipto. Actualmente se conoce a la momificación “como un proceso de preservación tardío de los cuerpos bajo ciertas circunstancias como la deshidratación por calor o frío”.
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