Nuestro cerebro es el producto de una lucha por la supervivencia y no por alcanzar conocimiento. Nada hay que pase por él de una forma pasiva, transmitida sin más. Partiendo de esta premisa el catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid Francisco Mora analiza, desde las más recientes teorías de la neurociencia, las diferentes formas de entender la realidad de un mundo construido y ordenado por el cerebro y que es percibido de forma distinta según las pautas de la evolución.
No hace mucho un célebre y prestigioso neurocientífico norteamericano me dijo algo así como “¡Ah, si supiéramos como ve un perro el mundo que le rodea….no sólo nos quedaríamos boquiabiertos, sino que nos ayudaría a entender cómo percibimos y construimos también nosotros el nuestro! Ese sería el gran descubrimiento del siglo XXI”. Y es que, efectivamente, desde la neurociencia actual, hoy se piensa que el mundo de nuestro entorno y en el que vivimos, es filtrado, y en muy buena medida creado, por nuestro propio cerebro. Nada hay que pase por el cerebro de una forma pasiva, transmitida sin más, desde la percepción de nuestro mundo físico, de todos los días, hasta el mundo de nuestras propias ideas, incluidos los abstractos matemáticos mas universales. Por eso, especies diferentes, con cerebros y organizaciones cerebrales diferentes, perciben y construyen mundos externos diferentes. Hemos mencionado al perro, que tiene un cerebro muy pequeño. Pero al igual ocurre con animales de cerebros grandes, como pueden ser los del delfín o el hombre.
Estos dos últimos pueden servir mejor de comparación. Precisamente, el ser humano tiene un cerebro muy grande y pesado en relación al peso de su cuerpo. Tanto, que si el cuerpo del ser humano siguiera las proporciones, con respecto al cerebro, que se dan como media en los mamíferos, su cuerpo debería pesar casi 10 toneladas, (aproximadamente el peso de un rinoceronte o un hipopótamo). Caso parecido es el del delfín. Eso sí, la historia evolutiva del delfín y la del hombre, al igual que la organización interna de sus cerebros, son muy distintas y a ello se debe que el delfín, como el perro, perciban y tengan una realidad del mundo que les rodea muy diferente a la la humana. La conclusión es que el mundo exterior es mundo construido y ordenado en tanto que construido y ordenado por el cerebro. Nuestro conocimiento del mundo nace de una construcción que hace el cerebro.
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