Hesperia, Estados Unidos – En el desierto de California, al oeste de los Estados Unidos, se levantan un nuevo tipo de viviendas: se trata de casas ecológicas que resisten incendios, terremotos y, además, son muy económicas. Incluso, el creador de este tipo de casa, Nader Khalili, está convencido que un día podrán construirse sobre la Luna.
A las puertas del desierto de Los Ángeles, levantado en Hesperia, a las puertas del desierto del noroeste de esa ciudad norteamericana, el pueblo –experimental– de Khalili parece a primera vista un sembradío de champiñones, pero de cerca pueden distinguirse puertas y ventanas que dan aire a estas pequeñas edificaciones redondas y de menos de tres metros de altura.
Estas residencias se confunden con el paisaje desértico gracias al color arena de los materiales con que se construyen: la gran mayoría productos de esa misma zona. “Me parecía obvio volver a la tierra. Yo no inventé nada, todas las civilizaciones mediterráneas se sirvieron de la tierra sobre la que vivían”, aseguró el arquitecto de origen iraní, instalado en Estados Unidos desde 1971.
Khalili fue diseñador de rascacielos pero logró hacer realidad su concepto en el Cal Earth Institute (Instituto para la Arquitectura y el Arte de la Tierra de California) que dirige en Hesperia: “Cavamos el suelo. La tierra se reúne en sacos cerrados que se amontonan y luego se empieza a compactar”, explicó este hombre bajito de barba canosa.
“Todo consiste en la forma redonda, tanto para los pequeños domos como para la casa grande: todo se sostiene en arcos. La forma tradicional de una casa cuadrada con paredes verticales es lo ideal para que un día se derrumbe, en cambio con el arco nada puede caerse”, afirmó.
Una vez que la casa está levantada, se calienta el interior como si se tratara de un horno de cerámica, de manera de consolidar la terracota que sostiene la estructura, y así se da por terminada una vivienda que no cuesta más de 90 mil dólares y el sudor de tres obreros durante una semana.
Estas residencias fueron bautizadas “superadobe”, en alusión a las primeras casas de adobe construidas por los colonizadores españoles de California, que se alimentaban de energía propia y tenían una temperatura ideal gracias a una juiciosa distribución de los espacios y ventanas.
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