El cuerpo humano está formado por 1027 moléculas (un uno seguido de ¡27 ceros!) con cien mil diferentes formas y funciones. Son las que les permiten a nuestros músculos contraerse para hacernos caminar y a nuestro sistema digestivo metabolizar los alimentos, entre otra miríada de procesos.
Es precisamente de las interacciones que se establecen entre estos diminutos componentes de los organismos que surge el misterio de la vida. ¿Pero cómo hacen para trabajar tan eficiente y organizadamente?
Al parecer, la clave radica en su capacidad para reconocerse. Si bien este mecanismo había sido descripto en forma teórica, por primera vez un equipo del Departamento de Nanociencias del Instituto Max Planck para la Investigación del Estado Sólido, en Stuttgart, Alemania, logró fotografiar y filmar el proceso utilizando un microscopio de efecto túnel. El trabajo se publica en el número del 18 de junio de la revista científica Angewandte Chemie, una de las más prestigiosas en química general, y fue aceptado con la categoría Very Important Paper.
"Trabajamos más de dos años para llegar al límite de las capacidades tanto experimentales como teóricas del equipo. En la actualidad no se puede ir más allá, éste es el mayor detalle con que se puede estudiar este fenómeno -se entusiasma desde Alemania Magalí Lingenfelder, investigadora cordobesa que está haciendo su doctorado en física en el citado centro científico y primera autora del estudio-. Pudimos ver cómo se mueve una y después la otra... Lo que uno estudia en la facultad, ¡pero en vivo y en directo!"
Ya desde la licenciatura, Lingenfelder venía estudiando interacciones entre moléculas de quirales; es decir, que existen bajo dos formas no superponibles que son imágenes "en espejo" una de la otra, una propiedad de la que Pasteur dijo en su época que establecía el único límite bien demarcado entre la química de la materia inanimada y la de la materia viva.
"Lo que ocurre con las moléculas quirales es similar a lo que ocurre con las manos: son iguales, en lo único que difieren es en la disposición de los dedos en el espacio -explica-. Cuando nos damos la mano podemos cruzar las dos derechas (o las izquierdas), pero no derecha con izquierda. Del mismo modo, hay moléculas que tienen los mismos grupos químicos, pero diferente disposición espacial. Usando el microscopio, pudimos ver no sólo cómo las moléculas se reconocen (cuando tienen la misma quiralidad), sino también cómo se discriminan una a la otra (cuando tienen distinta quiralidad). Es como que uno quisiera «dar la mano» cruzando la derecha con la izquierda. Con las moléculas pasa lo mismo."
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