No es sólo que la recuperación de un insecto fósil en una gota de ámbar no permita la reconstrucción del genoma de un dinosaurio, y menos aún «resucitar» a éste, como propuso Michael Crichton en su inolvidable «Parque Jurásico»; la secuenciación completa del ADN nuclear del mamut, «que se logrará antes de un año, tampoco permitirá recuperar la especie, extinguida hace unos 3.600 años... para ello necesitaríamos hallar su semen congelado y en perfecto estado, y aun así sería improbable», aseguró ayer en Madrid Stephan Schuster, profesor de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad estatal de Pensilvania y una de las máximas autoridades mundiales en Biopaleología.
Schuster, que participa como ponente en el encuentro internacional sobre «El estado de la cuestión en ADN antiguo», organizado por la Fundación Ramón Areces y coordinado por Juan Luis Arsuaga, codirector del yacimiento de Atapuerca y de una línea de estudios sobre ADN antiguo en el Centro para la Evolución y el Comportamiento Humanos, expuso la «gran revolución» que experimentan las técnicas de obtención, tratamiento y análisis de ADN fósil, gracias a las nuevas posibilidades en computación, que permiten extraer material genético de una sola célula, recuperar secuencias muy cortas y comparar hasta 400.000 muestras a la vez. «Esto permitirá a la Paleogenética abordar muestras de hasta 100.000 años de antigüedad», afirmó Schuster.
La Paleogenética, sin embargo, no hace milagros, ni siquiera en el caso del mamut, «del que tenemos un sinfín de restos, y de muchos de ellos podemos aprovechar hasta el 50 por ciento del ADN... pero no podemos resucitar la especie».
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