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Un barco encallado pudiera yacer bajo la arena de Ensenada, Baja California. En 2003 la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) inició investigaciones al sur de dicho municipio, en un sitio definido como una costa de barra arenosa, es decir, que se caracteriza por una serie de dunas móviles, donde se encuentran materiales arqueológicos expuestos en la superficie, entre ellos artefactos asociados al comercio transpacífico durante el virreinato y restos de embarcaciones.
La arqueóloga Luz María Mejía, investigadora de la SAS, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), explicó lo anterior y precisó que a la fecha se han desarrollado cuatro temporadas de trabajo entre 1999 y 2005, en las que participaron investigadores de diversas disciplinas de la SAS, el Centro INAH-Baja California, el Museo Marítimo de San Diego y la Universidad de Santa Clara, Estados Unidos.
El objetivo inmediato de la investigación –explicó la arqueóloga Mejía– es encontrar la fuente de origen de estos materiales, los cuales presentan características asiáticas.
Mejía explicó que la superficie se cubre y descubre según el movimiento de las dunas, lo que hace que tanto los vestigios arqueológicos como los elementos naturales –entre los que se cuentan restos de mamíferos, conchas marinas y moluscos– estén expuestos al mismo proceso.
Con el desplazamiento de las dunas el paisaje natural se ve modificado año con año de manera constante, variando el movimiento de estas formaciones en un promedio de 18 metros según la época. De esta manera, una vez que alcanzan los ocho metros de altura, se forman nuevas dunas.
Conociendo la situación que provoca el movimiento de los montículos de arena, lo primero que se realizó en el sitio fue trabajar en las técnicas llamadas prospección lineal, prospección con detector de metales y prospección con equipos de sensoramiento remoto. De igual manera, los investigadores nos apoyamos en la fotografía aérea, dijo la arqueóloga.
La prospección lineal consistió en hacer un recorrido de forma sistemática de suroeste a noroeste por los corredores –espacios que se forman entre un montículo de arena y otro – a través de las dunas, recurriendo a este patrón debido a que las mayores concentraciones de material arqueológico se encuentran precisamente en dichos corredores.
Cada vez que se encontraba algún material se marcaba y, justo en el punto del hallazgo, se colocaba una señal codificada para indicar el tipo de vestigio descubierto; posteriormente, otro grupo de investigadores se encargaba del registro in situ y la colecta.
En la búsqueda con detector de metales se siguió la misma ruta que en el proceso anterior sólo que utilizando este instrumento, lo que posibilitó la detección de elementos metálicos no observables a simple vista porque se encontraban ocultos en la acumulación de materiales naturales y culturales.