En los últimos veinte años los norteamericanos han copado los premios Nobel en el campo científico. En 2006 John Mather y George Smoot compartieron el Nobel de física y el de química recayó en otro científico estadounidense Roger Kornberg.
De hecho, en los últimos cuarenta años, Estados Unidos ha cosechado doscientos dieciseis premios Nobel, muy por delante de Europa que ha sumado sesenta y nueve recompensas. Sin embargo, a principios del siglo pasado era el Viejo Continente quien llevaba la batuta internacional en investigación y desarrollo.
Los descubrimientos científicos no cuentan con un buen caldo de cultivo en la Unión, en comparación con lo que ocurre en Norteamérica o Japón. La falta de coordinación entre los centros de investigación de los distintos países miembros es un escollo. El otro, es la inversión. Consciente de su retraso, la Unión Europea se ha propuesto dar un impulso financiero a este sector, de aquí a 2013.
Según datos de la Unesco en 2005, el gasto interior de America del Norte en Investigación y Desarrollo superó el treinta y siete por ciento, seis puntos por encima del de Asia. Europa aparece en tercer lugar con un ventisiete por ciento del gasto dedicado a I+D. Muy por detrás figuran Africa, Latino América y Oceanía.
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