La graduación, el casamiento, el nacimiento de un hijo o las últimas vacaciones son acontecimientos felices que al ser recordarlos seguramente disparan sensaciones de alegría y bienestar. Es por eso que, a través de diversos métodos como filmaciones y fotografías, siempre prevalece la necesidad de atesorar esos momentos tan preciados. Contrariamente, en el caso de los acontecimientos tristes o traumáticos, suele primar una necesidad de olvidarlos y dejarlos en el pasado para poder seguir adelante. Sin embargo, una reciente investigación realizada por profesionales de la Universidad Dalhouse en Halifax, Canadá, sugiere que los recuerdos de un evento traumático no se borran de la mente de quien los padeció sino que, por el contrario, se recuerdan claramente.
En este sentido, Roberto Sivak, médico psiquiatra, quién se desempeña como coordinador del Grupo de Trabajo de Estrés Traumático del Hospital Álvarez destacó que “la personalidad que la persona tenga va a condicionar una mayor fijación de cierto tipo de recuerdos, sean alegres o tristes. Por ejemplo, quienes presenten tendencias obsesivas o depresivas, tenderán a revivir con mayor intensidad episodios relacionados a enfermedades o la muerte de algún familiar, mientras que, por el contrario aquellos que son más comunicativos u optimistas buscarán negar o expulsar de la memoria todo recuerdo que condicione su acción. Sin embargo, y si bien las neurociencias están avanzando muchísimo, aún no hay evidencias que expliquen el por qué de una u otra tendencia”.
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