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Una vez más, la resistencia que genera en el Viejo Mundo la modificación genética de las cosechas agrícolas saltó a la luz. Una comisión de la Unión Europa (UE) rechazó ayer que Hungría levante las leyes que prohíben alterar biológicamente los cultivos.
De los 27 países que conforman el bloque, sólo el Reino Unido, Finlandia, los Países Bajos y Suecia consideraron que Budapest debía permitir la producción de maíz modificado.
De acuerdo a una norma dictada en 2001, la Agencia de Seguridad Alimenticia Europea tiene la responsabilidad de aprobar los pedidos de importación o cultivo de granos modificados.
El nuevo revés para esta clase de cultivos sorprendió a los observadores ya que las autoridades fitosanitarias de diferentes naciones informaron en el último tiempo que el consumo de estos alimentos no produce daños a la salud.
Además, una luz de esperanza se había abierto para quienes están a favor de esta clase de alimentos con la entrada a la UE de Bulgaria y Rumania, conocidos por el uso de estas técnicas. Sin embargo, ayer, sorpresivamente, estos dos países votaron en contra de la modificación genética pese a que poseen cientos de miles de hectáreas plantadas con cultivos modificados.
“Esta es una pésima noticia para los granjeros y para la ciencia”, alertó Simon Barber, empleado de Europabio, de la industria biotecnológica. “Los ministros se niegan a implementar una ley que ellos mismos crearon”.
Mientras las organizaciones ecológicos salieron a festejar la decisión de la UE, algunos países como los Estados Unidos, Canadá y la Argentina podrían alzar su voz de queja ya que ganaron un caso planteado en la Organización Mundial del Comercio (OMC) por este tema.