Hace 150 millones de años había un gran desierto que cubría el norte de Uruguay y llegaba hasta San Pablo. Entonces, Sudamérica se estaba separando de África y de la ruptura emanó el mayor derrame de lava que conozca el planeta, lo que cubrió y mató casi todo lo que había del desierto, llamado ahora Botucatú.
Una franja muy pequeña, sin embargo, se salvó de la catástrofe. Conocida en geología como Formación Tacuarembó, va desde la capital del departamento, pasa por Rivera y llega a la frontera con Brasil. Allí, el paleontólogo Daniel Perea y un equipo de Facultad de Ciencias salieron a buscar fósiles de la vida en Botucatú y finalmente los encontraron. Hasta ahora sacaron unos 50 dientes de dinosaurios carnívoros de todo tamaño, dientes de tiburón, de cocodrilo, caparazones de grandes tortugas y almejas y escamas de varios peces, algunos con pulmones, preparados para salir del agua o aguantar sequías.
"Era un desierto muy árido con muchas dunas, pero había también lagunas y ríos efímeros y es, en esos ambientes, donde encontramos los restos", dijo Perea. El hallazgo remite a los animales más antiguos de los que se tenga noticias fósiles en el territorio uruguayo. Y es, a la vez, la comprobación definitiva de que existieron en Uruguay dinosaurios carnívoros, pues hasta ahora las evidencias eran fragmentarias.
Los dinosaurios de Tacuarembó eran en su mayoría raptores, aquellos veloces y temibles de la película Parque Jurásico. Por el momento, se encontraron dientes completos que van de 2 a 4 centímetros de largo, lo que supone animales de hasta 3 metros de altura. Hay, sin embargo, fragmentos de un diente mucho mayor que hace sospechar la presencia de un gran carnívoro, similar al gigantosaurio descubierto en la Patagonia, una mole carnicera de 13,5 metros de altura y 10.000 kilos de peso, mayor que el tiranosaurio rex.
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