Noticia completa en La República (Perú)
A nivel mundial, la preocupación por el calentamiento global proveniente de la contaminación petrolera ha aumentado el consumo de biocombustibles, lo que ha sido reforzada por los altos precios del petróleo (hasta Bush lo ha mencionado). Brasil es el primer productor de etanol, con 12 millones de toneladas, seguido de EEUU con 10.7 millones. En el biodiesel, Alemania ocupa el primer lugar con 1,920 millones de litros, seguido por Francia, EEUU e Italia con 511, 290 y 227 millones, respectivamente.
Pero no todo es color de rosa. De un lado, David Pimentel y Tad Patzek (Universidad de Cornell), dicen que el biodiesel gasta más energía fósil para producir el equivalente energético en biocombustible. Por ejemplo, el maíz requiere 29% más energía fósil para producirlo que el biocombustible que se obtiene de él.
De otro lado, si una gran cantidad de hectáreas destinadas a panllevar se reconvierten a fines energéticos, entonces los precios de muchos productos se irán a las nubes. Es el caso del maíz en México, buena parte del cual se exporta a EEUU para biocombustible. La cuestión aquí es: ¿dónde queda la seguridad alimentaria?
La cuestión de fondo es parar el recalentamiento global. Para países como el nuestro, los biocombustibles pueden ser una importante fuente de empleo agrícola y de exportaciones, provenientes de la Sierra, si es que "prende" la canola, lo que está por verse (no olviden que Pure Fuels la va a importar). Pero también se debe tener en cuenta su impacto en los cultivos de panllevar y en la estructura de la propiedad agraria.
Todo lo cual reabre la discusión sobre la matriz energética y el lugar del gas natural de Camisea (a lo más los biocombustibles representarán el 5% del consumo de diesel y gasolinas en los próximos años), así como sobre la seguridad alimentaria en este país fragmentado. Una vez más, el tan necesario planeamiento estratégico brilla por su ausencia.