Los movimientos telúricos generados en el interior de la corteza suceden todos los días y, aunque no sintamos la mayoría de ellos, el vaivén típico que llegamos a percibir es provocado por el paso de las ondas sísmicas desde el lugar donde se produjo una ruptura, llamado foco o hipocentro. Existen varios tipos de ondas sísmicas y dos son las más conocidas: las P (Pressure) son ondas de compresión que se propagan de manera similar al sonido, pero en lugar de ejercer la presión sobre el aire, lo hacen contra el terreno, que tiene características elásticas. Por su velocidad, son las primeras en ser detectadas por los aparatos, pero no son realmente peligrosas. Por el contrario, las ondas S (Shear), más lentas, se desplazan de manera transversal a la dirección de propagación; por ello, son las causantes de las oscilaciones fuertes que se perciben durante un sismo, así como de buena parte de los daños.
En sismología se emplea una amplia variedad de aparatos para detectar y estudiar los sismos y las ondas que los generan: sismógrafos que registran los movimientos de las ondas P y S, y las ondas superficiales desencadenadas por éstas; acelerómetros que miden la aceleración del terreno, e incluso tomógrafos que reconstruyen la imagen de la estructura interna de la Tierra, o satélites con cámaras infrarrojas para escudriñar debajo de su superficie.
El estudio de los aspectos sísmicos ha permitido comprender con mayor detalle los factores y las características de estos fenómenos naturales Información que no sólo nos permitiría avanzar hacia una estrategia para pronosticarlos con exactitud, sino que también ha revelado muchos de los misterios que existen en las entrañas de nuestro planeta. El doctor Shri Krishna Singh, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, ofrece un ejemplo: "Ahora sabemos lo suficiente para poder calcular cómo será, en la Ciudad de México, el movimiento generado por un temblor, digamos, en Michoacán". Igualmente importante, señala, es revisar el catálogo de sismos, porque al conocer su historia, magnitud y frecuencia, y con el apoyo de la estadística, podemos calcular el peligro al que estamos expuestos.
Pronosticar un sismo implica anticipar la actividad en una región a mediano o largo plazo, sin buscar precisión temporal, sino para comprender su dinámica y desarrollar aplicaciones que permitan prevenir daños. Este tipo de pronóstico, "a pesar de que aún no sabemos lo suficiente como para estar seguros, es mucho más viable", afirma Krishna. A pesar del gran valor de esta información para reforzar los mecanismos de prevención, muchas personas, y las instituciones responsables, parecen no estar satisfechas del todo con el anuncio de que es muy probable que se produzca un sismo en cierto lugar en los próximos 30 años.
En este contexto, una alternativa viable para la prevención de temblores y terremotos ha sido aprovechar las propiedades de las ondas sísmicas en nuestro beneficio, como lo que se ha desarrollado en nuestro país con la llamada alerta sísmica, creada con tecnología nacional a partir de la experiencia que dejó el terremoto de 7.9 grados en la escala de Richter que sacudió hace 24 años la Ciudad de México.
Basada en una serie de acelerómetros, el mecanismo ha permitido conocer con mayor detalle lo que pasa en diferentes lugares del Valle de México, y ha generado casi 4 mil registros de difusión pública, que han sido aprovechados por investigadores e ingenieros, tanto para realizar mejoras en las normas y reglamentos de construcción de esta ciudad, como en trabajos científicos, señala Juan Manuel Espinosa Aranda, director fundador del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (CIRES), una asociación civil creada en 1986 a raíz del terremoto, con el propósito de apoyar los esfuerzos para prevenir los efectos negativos de un sismo, principalmente en la Ciudad de México.
Este ejercicio resultó en el desarrollo de la alarma sísmica. Se aprovechó tanto la distancia de algunos de los epicentros más comunes, como la relativa lentitud con que viajan las ondas S (un promedio de 4 km/s). Así, "utilizando ondas de radio, les ganamos el viaje, pues al venir desde la costa, a unos 300 km de distancia, pueden registrarse y cubrirse en 80 segundos", explica Espinosa. Los detectores iniciales se colocaron en una región conocida como "brecha de Guerrero", ya que existe allí un registro histórico de gran actividad sísmica que se suspendió de repente. Esto indicaría una acumulación suficiente de energía para detonar un movimiento telúrico de grandes proporciones, y difícilmente predecible, pues el tiempo geológico es inmenso en comparación con el humano.
A pesar de su relativa eficiencia preventiva, la alerta sísmica no deja de ser un recurso de emergencia. Por eso muchos científicos continúan investigando para encontrar la forma de predicción que dé una oportunidad de reacción mayor a los 60 segundos que ofrece la alarma. Para Shri Krishna, una predicción debe cubrir mínimo tres parámetros: un estricto marco temporal, región específica y rango limitado de magnitud. "Pero algo tan preciso se vuelve muy complicado", afirma el investigador, y agrega que no tenemos esa capacidad, porque los sismos se asocian más con funciones probabilísticas, y no con fenómenos deterministas. "Para llegar a ese conocimiento podríamos tardar cientos de años y, aun en ese caso, tendríamos que asignarles probabilidades".
A pesar de su relativa eficiencia preventiva, la alerta sísmica no deja de ser un recurso de emergencia. Por eso muchos científicos continúan investigando para encontrar la forma de predicción que dé una oportunidad de reacción mayor a los 60 segundos que ofrece la alarma. Para Shri Krishna, una predicción debe cubrir mínimo tres parámetros: un estricto marco temporal, región específica y rango limitado de magnitud. "Pero algo tan preciso se vuelve muy complicado", afirma el investigador, y agrega que no tenemos esa capacidad, porque los sismos se asocian más con funciones probabilísticas, y no con fenómenos deterministas. "Para llegar a ese conocimiento podríamos tardar cientos de años y, aun en ese caso, tendríamos que asignarles probabilidades".
No obstante, otros grupos científicos parecen alejarse de lo que la lógica dicta, que es investigar el subsuelo, y han comenzado a observar sobre sus cabezas. Con el uso de la tecnología espacial y satelital actual, se trabaja en métodos que ofrecen alguna promesa de detectar síntomas precursores de la actividad sísmica. Estos mecanismos, conocidos como Sistema de Posicionamiento Global (GPS), Radar Interferométrico de Apertura Sintética (InSAR) y, el más reciente, bautizado en la NASA como Vehículo Aéreo no tripulado con Radar de Apertura Sintética (UAVSAR), han abierto nuevos campos de investigación, y por tanto nuevas esperanzas.
Artículo completo en CNN Expansión (EEUU)