El escuchar una bella sinfonía, el contemplar una puesta de sol, el conmovernos ante el sufrimiento de un niño, el deprimirnos ante la pérdida de alguien o el enfurecernos ante la injusticia, son diferentes tipos de sentimientos y emociones que constituyen un poderoso motor que mueve nuestra conducta.
Tanto los animales como los seres humanos tienen sentimientos: Un perro o un gato se asustan o se enfurecen; lo mismo ocurre con el hombre, solo que en el caso de este último, a diferencia del animal, tiene conciencia de la experiencia emocional y esto le da la capacidad de modularla, reprimirla o expresarla.
Se entiende por sentimiento el estado afectivo que acompaña a una experiencia, por ejemplo, el amor, el odio, la alegría, etc., y por emoción, una experiencia psicológica con intenso contenido afectivo que se da conjuntamente con ciertas manifestaciones orgánicas complejas, tales como cambios respiratorios, aceleración del pulso, etc. Ambos conceptos están estrechamente relacionados y es costumbre discutirlos simultáneamente.
Imagínese paseando por un jardín. De los estímulos que usted reciba en ese paseo se producirán algunas respuestas de tipo emocional: Puede que una rosa le llame la atención. Al percibir ciertos estímulos como el color (visual), el aroma (olfatorio) o el pinchazo de una espina (doloroso) forma usted, de esta rosa roja, una impresión en su mente, y esta impresión en seguida se combina con impresiones pasadas. A partir de ese momento, su concepción subjetiva de una rosa va a ser diferente a la concepción subjetiva de una rosa en las demás personas, aunque objetivamente, esa rosa roja es igual para todo el mundo.
Nuestras impresiones se incorporan a nuestra memoria formando así el cuerpo de nuestra experiencia. Nuestro comportamiento individual está determinado por la combinación de nuevas impresiones con el recuerdo de experiencias pasadas. La mente puede manejar situaciones complejas mediante el uso de la abstracción y la combinación y llegar a ciertas conclusiones que pueden llevar a acciones decisivas o ideas creadoras.
Está bien comprobado que las emociones que determinan un comportamiento específico se originan en determinadas áreas del cerebro, como resultado de una compleja red de interacciones.
Si estimulamos eléctricamente cierta zona del cerebro llamada rombencéfalo y algunas áreas contiguas a éste podemos provocar reacciones de defensa, huida y hambre y estimulando niveles superiores, una risa compulsiva.
Las investigaciones entre la función cerebral y las emociones son fascinantes. La bio-tecnología médica actual nos ha permitido penetrar en lo más profundo del cerebro y comprobar que fenómenos tan distintos como el amor y el odio, la euforia y la melancolía, el apetito sexual y la apetencia por el alcohol, la agresividad y la sumisión son simplemente el resultado (para pesar de los poetas) de una reacción electroquímica en alguna sinapsis de la compleja red de interconexiones del cerebro.
Los experimentos a base de la estimulación eléctrica del cerebro (EEC), de los cuales el neurofisiólogo español José Delgado de la universidad de Yale es uno de los principales exponentes, lograron comprobar que existen muchos centros distintos en el cerebro, tanto para el placer como para el dolor.
Datos sorprendentes
Cuando el doctor Delgado y sus colegas de Yale profundizaron más en el cerebro, llegando a las regiones que gobiernan las emociones, descubrieron unos datos aun más sorprendentes. Las emociones están francamente afectadas por la actividad en el tálamo, en el mismo centro del cerebro; en el hipotálamo, justamente debajo de aquél; en el sistema límbico, una serie de formaciones radicadas alrededor de éstos; y en el sistema reticular, grupo de células nerviosas en el tronco del cerebro que se extiende mucho más abajo por la médula. Al estimular puntos dentro de estas formaciones anatómicas, según demostró dramáticamente, el investigador pudo lograr efectos completamente opuestos (Agresividad y sumisión por ejemplo) con solo mover un poquito sus electrodos. Una corriente, en una sección del sistema límbico, precipitará una escena terrible de furia, con el animal estimulado volviéndose contra sus compañeros. Al mover un poco el electrodo se producen, en el mismo animal, demostraciones de afecto. En el hipotálamo, el Dr. Delgado encontró que la estimulación de cierto punto "ponía en marcha" el apetito del animal. Al estimular otro punto cercano deja al animal con una inapetencia completa para la comida; tanto es así, que moriría realmente de hambre si se le aplicara con regularidad la corriente. (Efectos similares se logran estimulando porciones del sistema límbico).
Otra famosa serie de experimentos con EEC la llevaron a cabo James Olds y Peter Milner en 1950 en la Universidad McGill de Montreal. Trabajando con ratas Olds descubrió accidentalmente que en una parte del cerebro radica lo que se llamaría el "Centro cerebral del placer". Esto pasó cuando Olds se equivocó un poco al colocar un electrodo con la intención de chocar al animal. Se colocó a la rata dentro de una gran caja donde podía moverse libremente, pero cada vez que llegaba a cierto rincón de la caja, le daba un shock eléctrico. Con gran sorpresa de Olds, la rata parecía gozar de la experiencia. En lugar de evitar el rincón en cuestión volvía a él rápidamente. Lo que estaba ocurriendo es que a la rata se le estaba estimulando eléctricamente el centro cerebral del placer.
Los investigadores han descubierto también los "centros cerebrales del dolor", puntos donde una descarga produce un dolor agudísimo, reacciones de miedo o reacciones de pánico. A veces, estos centros (el del dolor y el del pacer) pueden estar tan próximos entre si como a 0.05 cm. de distancia. Estos hallazgos se han hecho tanto en animales como en humanos.
Sin embargo, la estimulación eléctrica cerebral tiene limitaciones obvias por su falta de precisión: cualquier célula nerviosa tocada por el electrodo emitirá una descarga, y un hombre de ciencia que está intentando estudiar el apetito, por ejemplo, corre el peligro de comprobar que ha disparado el dolor en lugar del hambre, o ambas a la vez. La búsqueda de la solución a estos problemas llevó al desarrollo de las técnicas de estimulación química. Estas técnicas consisten en la inyección de diversas substancias químicas que estimulan determinados circuitos de las redes neurales del cerebro que están interconectadas para producir diferentes respuestas emocionales.
Publicado originalmente en Nueva Prensa (Venezuela)