La imaginación popular consideró durante un tiempo a los planetas de nuestro sistema solar como versiones más o menos desarrolladas del nuestro, con vida, probablemente inteligente, incluso civilizaciones, y la ciencia ficción primigenia y más ingenua utilizaba para sus fabulaciones a marcianos, venusinos o plutonianos. Pero la ciencia pronto descubrió que estos planetas eran poco hospitalarios: Marte no tenía ciudades, Venus no tenía selva y su capa de nubes, en lugar de agua, estaba formada por ácido sulfúrico; y Júpiter probablemente ni siquiera tenía tierra firme.
Sin embargo, el sueño humano de expandir nuestra presencia como lo han soñado escritores y cineastas requiere de planetas viables donde se pueda desarrollar una vida en condiciones adecuadas. La respuesta a este problema también la tenía la ciencia ficción. En 1930, el escritor británico Olaf Stapledon, en su clásico "Last and first men" planteó la posibilidad de utilizar la ingeniería para alterar totalmente Venus, modificando su atmósfera para hacerla como la de la Tierra. Una década después, el estadounidense Jack Williamson creó la palabra: terraformación, «un proceso de ingeniería planetaria orientado a mejorar la capacidad de un entorno planetario extraterrestre de mantener vida», según Martyn J. Fogg, del Grupo de Investigación en Probabilidades del Reino Unido.
¿Qué características debe tener un planeta para sustentar la vida? En su versión simple, requiere de una fuente de energía (una estrella, volcanes), amplias zonas con agua líquida y condiciones favorables para la formación de moléculas orgánicas complejas. Más complicado es todo si de lo que se trata es de sustentar la vida humana, con unos requisitos mucho más exigentes.
Para nosotros, la fuente de energía debe ser de luz, no nos basta el calor de la actividad volcánica, pero su composición debe ser tal que no contenga demasiados rayos UV ni rayos X que puedan ocasionarnos quemaduras o cáncer. Necesitamos, además, una atmósfera con una composición bastante precisa de hidrógeno y oxígeno, que nos permita respirar y que también sirva de escudo contra radiaciones peligrosas, y que no tenga ciertos elementos y sustancias que son venenosos para el humano. Por otra parte, el ser humano está hecho para vivir en un rango de temperaturas que no supere los 50 grados Celsius. Son sólo algunos de los aspectos esenciales.
Y aquí es donde entra en juego la idea de la terraformación, un proyecto que no es ciencia ficción pero que, de momento, exige unas capacidades técnicas y económicas de las cuales no disponemos todavía.
En Marte
La posibilidad de la terraformación de Marte ha sido explorada con seriedad desde muy diversos puntos de vista, el químico y biológico hasta el legal y ético, por parte de diversos científicos, filósofos, estudiosos y simples entusiastas de la investigación espacial que creen sinceramente que el futuro del hombre se halla expandiéndose por otros planetas.
Así, el experto en astronáutica Robert M. Zubrin y el investigador del centro Ames de la NASA Christopher P. McKay han resumido los principales requisitos tecnológicos para terraformar al planeta rojo. Parten de la idea de que Marte tiene suficiente CO2 en sus rocas para crear una atmósfera, y proponen diversos sistemas para iniciar un ciclo de realimentación positiva en que el calentamiento de Marte libere CO2 y este gas, a su vez, ayude al calentamiento del planeta por medio del efecto invernadero para crear una atmósfera lo bastante densa.
Un sistema es el uso de grandes espejos, de unos 200 kilómetros de diámetro, en órbita para calentar el polo sur marciano y liberar el CO2 atrapado en él. Otra opción es llevar a Marte asteroides con grandes cantidades de amoniaco y otros gases de invernadero.
La tercera que se plantean es la producción de gases de invernadero en la superficie marciana por medio de fábricas construidas allí mismo. El segundo paso sería la oxigenación del planeta, utilizando medios industriales para crear bastante oxígeno para luego introducir plantas que puedan realizar la tarea propagándose sobre el suelo marciano hasta tener una atmósfera adecuada para los seres humanos.
Evidentemente, las propuestas serias de terraformación son asuntos de décadas o siglos para poner a punto un planeta. En el caso del ejercicio de Zubrin y McKay, sus cálculos indican que se podrían introducir animales avanzados unos 900 años después del inicio del trabajo de terraformación. Tratándose de la supervivencia de la especie humana, lo cierto es que no parece tanto
Publicado originalmente en El Comercio Digital (España)